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El Silencio, un café de promesas incumplidas

Mañana de definirá el futuro del fracasado proyecto con jóvenes del Suroeste que iniciaron el relevo generacional de la caficultura.

  • El Silencio, un café de promesas incumplidas | Arriba el estado en que fue entregada la finca El Silencio en 2007, abajo, la condición actual. FOTO MANUEL SALDARRIAGA Y CORTESÍA
    El Silencio, un café de promesas incumplidas | Arriba el estado en que fue entregada la finca El Silencio en 2007, abajo, la condición actual. FOTO MANUEL SALDARRIAGA Y CORTESÍA
01 de febrero de 2014
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En la vereda La Siberia de Salgar no hay rastro de casas ni escuela ni de la guardería que se prometieron, en el lanzamiento del programa Modelos Innovadores-Jóvenes Agricultores, una iniciativa que, según se dijo, lograría un relevo generacional de la caficultura colombiana y en el que estuvieron involucrados 44 muchachos, quienes recibieron, para su explotación, la finca El Silencio.

Del grupo inicial, solo siguen en el predio 16, entre ellos Piedad Urrego, una mujer robusta, madre de dos hijos, que salió de trabajar en una casa de familia en Ciudad Bolívar para perseguir el sueño de tener una finca.

"Lo que fue una gran oportunidad, el tiempo se encargó de mostrar la realidad", dice Piedad, quien lamenta que para sostener el pedazo de tierra que tiene, ella y su marido, deben buscar trabajo en otros lados.

"Que dizque los caficultores estaban muy viejitos y que se necesitaba gente más joven para trabajar en las fincas, entonces que nos iban a ayudar para que fuéramos dueños de la tierra y para tener casa nueva", recuerda Jairo Herrera, otro de los primeros beneficiarios del programa.

Con más de 30 años de edad, Jairo, quien se dedica a la albañilería en Salgar, comenta que abandonó la finca cuatro años después, cuando sintió que las promesas no se cumplían y sobre todo porque evidenció que el proyecto, que dependía del trabajo colectivo, solo contaba con las ganas de progresar de unos pocos.

Nada en la vida es gratis
A diferencia de Jairo, Piedad sigue aferrada a la esperanza de hacer realidad su sueño. "Fue la primera oportunidad que tuvimos en la vida de soñar con otra cosa y creo que hay que agotar hasta la última esperanza".

Pese al esfuerzo económico que ha hecho, incluso tomando préstamos al seis por ciento, no ha podido fertilizar el cafetal, uno de los mejores en la zona, y aunque la cosecha pasada fue buena, la familia atraviesa dificultades económicas porque los costos de producción son altos y el precio del grano está en niveles bajos, así que, prácticamente, se trabaja a pérdida.

"Que esto nos iba a cambiar la calidad de vida, que nos imagináramos cómo viviríamos. Nada se cumplió, ni las casas que un día nos pidieron que dibujáramos porque las iban a construir como nosotros las soñábamos", agrega con pesar.

El café no da para tanto
Luego del acto de entrega de la finca, el 21 de septiembre de 2007, que estuvo encabezado por el entonces presidente Álvaro Uribe y por Gabriel Silva, gerente para la época de la Federación de Cafeteros, el grupo de futuros dueños del predio conocieron el terreno y con entusiasmo se dedicaron a recolectar la cosecha que en este momento estaba en su apogeo, tanto por la producción como por los precios.

Pero Diego Zapata, el primer administrador que tuvo la iniciativa, sostiene que no le convenció la estrategia luego de cuatro meses de estar trabajando con los futuros finqueros, llegados de Salgar, Betulia y Urrao, entre otros municipios del Suroeste.

"Cómo prometieron construir casas sin tener facilidades para el acueducto, el alcantarillado ni tener redes de energía. Planearon hacerlas en la parte alta, sería que iban a bombear el agua de abajo para arriba con motobombas", sugiere Zapata, quien cuestiona que en el proyecto de El Silencio no se tuvo en cuenta a los campesinos de la vereda.

Piedad, que ajusta seis años, cuatro meses y catorce días en la finca, coincide con él y agrega que los promotores del programa siempre supieron que no les podían dar casa. "Sabían que mientras no tuviéramos las escrituras de la tierra, no nos podían dar nada. No se vale jugar con las ilusiones de uno".

Zapata, un baquiano que habla con la autoridad de conocer como la palma de su mano las tierras de La Siberia, fue contratado 20 días antes de la entrega de la finca para que la limpiara y la dejara bonita, porque la que era conocida como la hacienda de los Agudelo estaba abandonada.

"El negocio estaba muy bueno, pero se abusó de la rentabilidad y eso, desde el arranque hizo fallar el programa. Eran más de 40 socios a los que se les pagaba un salario mínimo, con derecho a un mes de vacaciones. Una finca cafetera por buena que sea no da para tanto. Eso desangró las cuentas", asegura el labriego.

También critica que vincularan "a muchachitos que salieron de usar un lapicero en el colegio para trabajar en una finca cafetera. No supieron escoger la gente para sacar adelante el proyecto y desde que no entre a trabajar el que verdaderamente trabaja, pues no se sale adelante".

Mala asesoría
Se cuenta que en sus mejores épocas El Silencio llegó a producir 8.000 cargas de café (un millón de kilos), casi 33 cargas por cada una de las 243 hectáreas que tiene la hacienda. A precios del viernes ese volumen costaría 3.902 millones de pesos, una cifra que dobla los 1.700 millones de pesos que se informó costó la finca en el año 2007.

Piedad dice que la cosecha anterior de las cinco hectáreas que maneja alcanzó 25 cargas, pero con el abono adecuado la producción habría alcanzado las 80 cargas. "Pero no hay apoyo para nada de eso".

Además de dejar solos a los jóvenes caficultores, otra falla que se le atribuye a la Federación de Cafeteros es que recomendó la siembra de café en los peores lotes de la finca.

"Allá hay partes que hasta los antiguos dueños no cultivaban y llegaron a sembrar 300 mil palos y eso demanda mucha plata. La cosa fue que hubo que resembrar 80 mil árboles, es decir que se perdió una finca entera, ¿por qué la Federación, que sabe tanto, permitió eso?", interroga Zapata.

El valor de la tierra
Mañana, los 16 jóvenes que están en El Silencio esperan que Acceso Café, la empresa que tiene a su cargo el programa Modelos Innovadores-Jóvenes Agricultores, les presente la propuesta que los convertirá en dueños de la tierra.

En una carta que les enviaron recientemente (ver foto), se indica que se ofrecerá un esquema de financiación para comprar la tierra y que en caso de no aceptar la propuesta, el 3 de febrero deben entregarle el lote a un representante que designará la compañía.

En el escenario más optimista, ninguna cuenta cuadra. Suponiendo que les pidan 40 millones de pesos por cada lote con un interés del uno por ciento mensual, el abono al capital más los intereses de 400 mil pesos es impagable.

Para Zapata no hay vuelta de hoja: "No les veo futuro, si cuando hubo café y a buen precio no salieron adelante, ahora en las circunstancias en que está el negocio, menos".

Con menos optimismo, Piedad declara que "si van a venir a decir que esto vale 80 millones de pesos, entonces, ¿con qué vamos a pagar? No sé dónde iremos a parar".

En el mismo sentido habla Luis Pérez, quien llegó a la hacienda cuando tenía 23 años. "Así pidan 30 millones de pesos por esto, uno no es capaz, hoy en día la tierra, hasta regalada, es cara. Lo otro es que los que hemos estado aquí, vamos a cumplir siete años sudando y no es justo tener que irnos sin nada".

Vanessa Henao, una de las pocas mujeres que queda, se declara temerosa por el ofrecimiento. "Miedo tenemos porque nos sentimos entre la espada y la pared, si no quisiéramos estar aquí, ya nos hubiéramos ido. No puede ser que nos digan que el negocio es de tómelo o déjelo".

De la finca que demandó 1040 jornales de trabajo de cien peones, para que los ilustres visitantes de septiembre de 2007 la vieran desde el aire, bien bonita, gran parte está entre rastrojos. La vía se convirtió en una trocha y algunos cafetales están a la sombra de eucaliptos, cuyas raíces y hojas queman el cafeto.

"Ahora dizque vienen a ponerle precio a la tierra, con qué cara vienen a hacer eso, luego de todo lo que nos prometieron y no cumplieron", exclaman con desconcierto los jóvenes caficultores.

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