Fidel Cano es padre de varias maneras: biológico, adoptivo y, ¿cómo decirlo?, profesional.
Sí, profesional, porque en la clínica In-Ser, la cual fundó hace años con tres amigos, Germán Raigoza, Juan Luis Giraldo y Natalia Posada, ayuda a las parejas infértiles o con dificultades para reproducirse a que tengan hijos.
Y la misma vida de Fidel es testimonial.
Su papá, Roberto, hizo parte de una familia de cinco hermanos; su mamá, Carmen Luisa, de 16. Pero estos dos no tuvieron más que cuatro.
La vocación paternal de Fidel despertó cuando se hizo novio de Gloria Cecilia Echavarría, siendo ambos estudiantes en la universidad. Él estudiaba ginecología y obstetricia; ella, pediatría.
"Por eso sería que algunos pensaban que nuestra unión era perfecta: yo traería los niños y ella los atendería".
Sólo en ese entonces, comienzos de los años ochenta, fue cuando él empezó a pensar en la paternidad: quería llegar a tener cinco hijos.
Al principio, cuando la pareja no tenía ninguno, pues ambos pensaban seguir estudiando, sufrieron la presión o al menos el interrogante social que no falta en esos casos: "¿ustedes es que no quieren o no pueden tener hijos? ¿Ah?
Tuvieron a Martín en 1999 y después de eso, por más que intentaron, no pudieron tener más. Cinco abortos se sucedieron.
Agobiados como cualquiera de las parejas que acuden a su consultorio y se sientan ante él, Fidel analizaba con sus tres compañeros de clínica las circunstancias.
La causa era desconocida. Los tratamientos también se sucedieron sin tregua.
Desde esos momentos él gineco-obstetra entendió mejor que cualquier otro médico la situación que pasan sus pacientes. Su angustia, su desgaste emocional, su baja autoestima. Pero nunca perdía la esperanza -ni su esposa- de volver a ser padre biológico.
"Eso fue para mí una lección de fe", cuenta al evocar aquellos duros momentos.
Hasta que algo pasó. Una noche, conversando, Fidel y Gloria tuvieron una idea: tantas veces que él había recomendado a parejas infértiles optar por la adopción... ¿Por qué ellos no recurrían a ésta?
Y acudieron a la Casita de Nicolás.
Después de contar su historia, allí se enteraron de que no era común que una pareja que tiene un hijo biológico quisiera ser adoptante.
Recibieron gran acompañamiento y, según cuenta, un trato lleno de respeto y dignidad.
Veinte meses tomó el proceso de adopción. Fue como un embarazo de dos veces más largo. En ese lapso, Fidel y Gloria Cecilia no escogieron el sexo del hijo, sino que lo dejaron al libre albedrío de la Casita.
Involucraron a Martín en las conversaciones, pero con la claridad de que no le estaban pidiendo permiso al chico para acoger una nueva persona en sus vidas.
"Era un hijo para nosotros lo que estábamos adoptando; no un hermanito para Martín".
Diecisiete meses después del inicio del proceso en la Casita, Gloria quedó embarazada, pero no interrumpieron el proceso de adopción, pues, al fin, no sabían cómo saldría todo.
Para su alegría, el embarazo siguió normal y, seis meses después de la llegada de Amalia, la chiquilla que adoptaron, nació Emilio, quien ahora tiene año y medio, uno menos que aquella.
"Eso fue una lección de humildad. Y otra de perseverancia". Y un premio a la fe que tanto Gloria como él tienen en un Dios creador, porque, como Fidel señala, no todo en el mundo se puede explicar desde la ciencia.
"Sucede frecuentemente que cuando un organismo lee la certeza en su dueño de ser padre, se desbloquea".
Gloria Cecilia se convirtió en pediatra de sus tres hijos, porque, al decir de Fidel, ella tiene como prioridad en la vida ser madre; incluso por encima de su vida profesional.
Los dos han decidido que tres hijos son suficiente y sienten que han cumplido su sueño en ese aspecto de la vida.
Fidel Cano siente orgullo de ayudar a muchas parejas a tener hijos.
Cuando llegan y le cuentan su frustración, él comienza por decirles que cada uno de los dos ha sido un buen padre y una buena madre. Que él tiene dos hijos: su esposa, a quien cuida y ama -cosa que hacen los padres- y a sí mismo, de quien ha tenido que cuidar desde que pasó la adolescencia y salió de la casa paterna. Y ella, por su parte, también es mamá de dos: de ella y de él.
Y cada día, a la par que va adelantando los tratamientos, los alienta para que nunca pierdan la fe en ser padres.
Muchas personas que acuden a su clínica quedan tan agradecidas que, cuando consiguen el éxito en el tratamiento, es decir, logran tener el hijo, imponen al bebé el nombre del médico que los atendió.
Numerosas natalias lo son por su socia. Igual pasa con germanes y juanes.
"Afortunadamente no son muchos los que se han atrevido a llamar a sus hijos Fidel. Pero, bueno, no me quejo: ya tengo una Fidelina".
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