Le faltó algo al uniforme de los atletas colombianos en el desfile olímpico de la noche inaugural.
Le faltó color, fue muy gris, muy monótono.
Le faltó diseño, en un país en el que hay tantos buenos diseñadores.
Le faltaron más elementos identificadores de la cultura colombiana.
Le faltó realce.
Le faltó algún elemento que lo hiciera atractivo e inolvidable.
Lástima, porque, de ser identificado, habría despertado muchas simpatías en la audiencia más amplia, pluriétnica y pluricultural que sólo se reúne cada cuatro años.
El sombrero vuelteado fue lo único destacable.