En este año tendremos tres elecciones presidenciales en Suramérica; todas de gran importancia pero no habrá cambios significativos en el escenario político regional.
Los procesos electorales en democracia reflejan periódicamente la correlación de fuerzas políticas y los cambios que se hayan producido en el periodo. En Suramérica, por el momento, es poco probable que se produzcan cambios políticos de significación y la tendencia que se ha venido consolidando hace más de una década de predominancia de gobiernos de centro-izquierda se mantendrá, con la variedad y diversidad que los mismos tienen.
Tendremos en febrero elecciones presidenciales en Ecuador y todo indica que de manera amplia triunfará el presidente Rafael Correa con su movimiento ‘Alianza País’, porque sin duda la aceptación y apoyo del presidente Correa por los ecuatorianos es mayoritaria, como lo reflejan los distintos sondeos de opinión, más allá de que un sector de las élites tradicionales no comparta su "revolución ciudadana" y que haya tenido enfrentamientos con medios de comunicación privados. Recordemos que el presidente Correa y su movimiento político le dieron estabilidad a la democracia ecuatoriana al propiciar una refundación de la misma; esto, junto con una política social sesgada a favor de sectores menos favorecidos, le han dado al presidente Correa un gran apoyo de opinión que se ha reflejado en términos electorales. No hay que olvidar que el presidente Correa es un destacado economista -tiene además dos Maestrías en Economía, una en Bélgica y otra en Estados Unidos y un doctorado en Economía en Estados Unidos- pero como no comparte las teorías dominantes de libre mercado a ultranza -podríamos decir que es un neokeynesiano-, es denominado por algunos opinadores como ‘populista’, que es el calificativo utilizado para todo aquel que no comulga con las ideas dominantes en economía y que son promovidas por los organismos financieros internacionales.
La segunda elección será en abril, en Paraguay, que permitirá a este país reintegrarse a los organismos regionales -Mercosur y Unasur-, después de la salida poco ortodoxa del presidente Lugo. Es probable que el viejo Partido Colorado se quede con la Presidencia nuevamente.
La tercera elección será en el mes de noviembre en Chile y todo indica que la expresidenta Michelle Bachelet será la candidata de una coalición que en parte recompone la coalición Convergencia Democrática y muy seguramente será la vencedora -fue la presidenta de Chile que al terminar su mandato tenía la más alta popularidad, a pesar de que su coalición de gobierno perdió con Sebastián Piñera, más por fatiga con una coalición que se repetía sin capacidad de re-inventarse-.
En Chile, el mandato del presidente Piñera no ha tenido los resultados que se esperaban, en cierta medida ha sido una desilusión para muchos que esperaban una mejor gestión de alguien que venía precedido de una tradición de empresario exitoso; pero un triunfo de la expresidenta Bachelet no significa que habrá grandes cambios, pues desde la transición a la democracia en Chile las fuerzas políticas han mantenido una gran estabilidad en política económica, pero también en la política exterior. Es decir, habrá cambio con continuidad.
El otro caso que mantiene cierta incertidumbre es el de Venezuela, ante la hipotética incapacidad del presidente Chávez para seguir ejerciendo su mandato. En Venezuela no habrá cambio político alguno; aún ante la posibilidad de una nueva elección, el movimiento político que representa a los seguidores del presidente Chávez triunfará frente a la oposición y la posibilidad de chavismo sin Chávez puede prolongarse en el mediano plazo. No caben las especulaciones de quienes creen que la ausencia eventual del presidente Chávez podría significar el fin de su proyecto político; no deben soñar con fantasías.
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