Cuando Laura Pereyra habla de vivir en un mundo "small", no se refiere a uno que no tenga las suficientes millas para caminar. Se refiere a las personas que no tienen la suficiente cabeza para aceptar que no somos iguales y que en este planeta, todas las personas, con diferentes medidas, caben.
Esta chica habla desde Argentina y alzó su voz en protesta contra la discriminación, por primera vez, en un programa que presentó el canal National Geographic hace algunos meses. En él, ella, orgullosa de su tamaño, salía a defender a las personas que enfrentan al mundo con unos kilos de más, que así sean bien recibidos o no, están en sus vidas, ya sea para acompañarlos o para eliminarlos con hábitos saludables.
Laura es periodista y utilizó las herramientas que su profesión le ha dado para contarle a la gente, en su blog www.puntal.com.ar/blogs/yolamasgordadetodas/, lo que le pasó en 2008 con la seguridad social en su país.
"A mi esposo y a mí nos negaron este servicio por ser gordos y en ese momento me empezó a molestar tanto mi cuerpo que pensé que tenía que hacer algo para salir de esa crisis. Fui a terapia y descubrí que por medio del blog podía sanar y ayudar a más gente", señala con la convicción de que aunque le preocupa su salud, su lucha no está basada en el cuerpo, sino en dos palabras que ella emplea muchas veces y que deja entender, desde la otra línea del teléfono, que cada vez que las dice sonríe: "Amor propio".
Las curvas y la moda
Esta es la historia de otra Laura, a la que también le gusta escribir, pero que vive en Bogotá. Su apellido es Agudelo, es bajita y tiene muchas curvas. Esos gorditos son los que le han dado vida a su página de internet, lapesadademoda.blogspot.com, que tiene miles de visitas de personas de toda Latinoamérica, que se sienten identificadas con los tips de moda que esta relacionista pública ofrece.
"Yo no fui gorda siempre. A los 18 años empecé a subir de peso sin saber porqué, fue paulatino y tuve que aceptarlo".
A medida que sus curvas se hacían más grandes, Laura encontró una falencia, que para ella era inmensa, en el mercado: no había tallas XL. Tal vez sí las encontraba en una que otra parte, pero no eran verdaderas, así que decidió empezar a copiar diseños que le gustaban y dio con la suerte de encontrar un modisto tan perfecto como su imaginación.
"Yo trato de buscar las telas más parecidas de la ropa que veo en tiendas o en publicaciones. Combino prendas, me tomo fotos y doy consejos a las personas que, como yo, a veces no encuentran qué ponerse".
Laura dice que, con su blog, no intenta hacerle una apología a la gordura, pues ella sabe que detrás de su sobrepeso vienen otros problemas, y aunque intenta cuidarse, disfruta los placeres de la vida como una mujer golosa que es igual a cualquier otra, pero que encontró en su cuerpo, que unos ven como debilidad, una herramienta para que otras personas aprendan a quererse tal y como son. "Hay mujeres que nunca nos vamos a ver flacas, entonces mi filosofía es que no importa que nos veamos gordas, pero sí nos tenemos que ver bonitas".
Y para que esa belleza salga a relucir, no solamente hay propuestas como las que da Laura, que piensa en sus propias pintas, sino en las que otros diseñadores, que son pocos, tienen en sus cabezas.
Por ejemplo, Carolina Malabet es delgada, pero vio que las mujeres con curvas se quedaban con las manos vacías cuando querían obtener un vestido de baño que las favoreciera y las hiciera sentir cómodas, por eso, junto a sus socios, dio vida a la marca Estivo, que le da opciones a las chicas que, orgullosas o no, tienen más carnita que otras.
"Nosotros le hablamos con la verdad a la mujer y le presentamos varias opciones, si quieren dos piezas, las tienen, pero también hay enterizos. Las mujeres reales pueden sentirse identificadas con la marca".
Tres chicas, jóvenes y profesionales. Dos Lauras y una Carolina se unen para decir que sus propuestas no celebran la obesidad, pero lo que sí hacen es decirles a esas mujeres que van por la calle, que celebren sus cuerpos, vivan felices y que se quieran, porque al final de cuentas, ¿si uno no se quiere, quién lo va a hacer por uno?.
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