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En Cali rechazan uso de casas como prostíbulos en zonas residenciales

03 de diciembre de 2013
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Dos hombres custodian la esquina, para verificar que no haya ‘moros en la costa’. Miran hacia todos lados y a través de radioteléfonos se comunican con el interior para dar la orden de abrir la puerta. Las ventanas son oscuras.
 
Desde afuera parece una casa cualquiera. En medio de un barrio residencial cualquiera. Pero dentro es otro mundo: mesas de vidrio, luces rojas, botellas de licor sobre las mesas. Las mujeres con ropa de color vistoso esperan en la barra y mientras tanto, una joven hace un baile erótico para varios hombres en una mesa. Son las 5:30 a.m.
 
Ya sentados, Marcela pone conversación. Una táctica para que los clientes acaben rápido la bebida y consuman más. Comenta que ella ya lleva tres años en el negocio y que le ha ido bien. Hoy tiene 19. Comenzó siendo menor de edad y dice que muchas lo hacen.
 
¿Por qué es tan rentable? Para empezar, es un negocio 24 / 7. “Usted viene acá a cualquier hora y hay servicio. A las 6:00 a.m. hacemos el cambio de turno y las niñas de la noche salimos, para que entren la que trabajan en el día. A muchos hombres les gusta venir al mediodía, cuando salen de la oficina”, señala mientras sirve un trago.
 
Y dice que con los vecinos no tienen casi problemas. Que la gente casi nunca las ve, porque ellas se cuidan mucho y poco salen. “Solo nos ven por ahí cuando alguna sale a fumar marihuana, pero ellas intentan irse a sitios donde no molesten”.
 
Este es uno de los llamados ‘clubes’ o ‘salones de masajes’ que hay en sectores residenciales de Cali. En este caso, ubicado en Tequendama, en la Carrera 44 con 5B. Aunque todos saben que su finalidad es otra: son prostíbulos. Tienen en común las fachadas sencillas, sin letrero. Algunos, para ser identificados, tienen una luz de color vistoso o la nomenclatura de gran tamaño. En varios hay al menos un hombre en la entrada, custodiando.
 
Si bien este negocio no es considerado delito por la ley colombiana, sí va contra las normas que esté en barrios residenciales.
 
Aunque el Plan de Ordenamiento Territorial, POT, actual de Cali no tiene una norma específica para la ubicación de casas de lenocinio, la Ley 902 de 2004, en su artículo 1º, parágrafo 2º reza: “los planes de ordenamiento territorial de los municipios y distritos, no podrán establecer usos compatibles entre servicios de alto impacto referidos a la prostitución y actividades afines, con usos para vivienda y dotacionales educativas”. Según la Secretaría de Planeación de Cali, en la revisión y ajuste del POT se abordará este tema para controlar y reglamentar este uso del suelo.
 
Carlos Alberto Arias, líder de la Comuna 17 y residente de El Limonar, asegura que su barrio, y en general la zona, se encuentra invadido de sitios de este tipo. “Me he visto en aprietos para explicarle a mi hijo pequeño por qué de una casa del barrio entran y salen hombres distintos todos los días.
 
Además generan ruido y usan el frente de las casas como parqueadero. También hacen escándalos bochornosos”, puntualizó.
 
El País constató en un recorrido que sobre la Autopista Sur hay varios de estos negocios. Entre ellos, uno cerca a la Autopista con Carrera 39, otro en la 44, más allá en la 50, y uno en la 65. Sobre la Calle 5 con 65, la Roosevelt con 28, la Calle 13 con 22A y sobre la Pasoancho con 72 se ubican otros más.
 
La venta de drogas alrededor de estos negocios es frecuente. Algunos jíbaros se ubican en la misma cuadra. En otras ocasiones, cuando un cliente llega al lugar y solicitan drogas, los dueños del establecimiento les pagan a los ronderos para que consigan la mercancía.
 
En el Norte, en la Comuna 2, también hay masiva presencia de burdeles, reconocidos por los residentes de las zonas. “Como este es un barrio tranquilo se camuflan fácil, buscando clientes de estratos altos”, señala Martha Peña, presidenta de la JAL de esta comuna. En la Avenida 2N con 44, la Calle 52N con 2A, la Avenida 2Bis con 28, la Avenida 4N con 28, la Calle 17 N con 5N y en la 22 con 2 N, se ubican algunos establecimientos.
 
“El problema es que se camuflan como salones de belleza y hasta fuentes de soda. Y con ese cuento del debido proceso pasan años sin que la Administración los cierre”, puntualizó Peña.
 
De acuerdo con la Secretaría de Gobierno, este año se han realizado 71 operativos a establecimientos nocturnos. Actualmente, 53 salas de masajes tienen expediente abierto. De ellos, 19 cuentan con todos los papeles completos y cuatro tienen orden de cierre definitivo por no contar con el uso de suelo requerido.

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