Hace un café. Le ofrece una taza a la visita. El suyo se lo toma a sorbos porque ahora quiere jugar con la licuadora, pero en ese momento entra su nueva mejor amiga quien no quiere estar en la cocina de juguete.
Los dos niños se van a pintar a una mesa y así empieza la pausa para un día de exámenes, visitas de los médicos y fármacos que se repite hace varios meses.
Ella apenas tiene 15 días hospitalizada pero él ha entrado y salido del Hospital Pablo Tobón Uribe constantemente durante el último año por una afección en el aparato respiratorio. Cuando llegó todavía no caminaba, pero hoy, con casi dos años de vida, corre veloz por el Aula Pablito, su lugar de juegos, profesoras, amigos y relajación.
A Leidy Solayi Flórez le ha tocado ver crecer al niño en el hospital porque lo atiende desde que llegó en un programa que brinda estimulación temprana a los bebés que ingresan al centro hospitalario.
Leidy lo hace porque es una de las cuatro estudiantes del Tecnológico de Antioquia que cumplen sus prácticas académicas en Pablito. Esa aula, explicó Dorángela Giraldo, trabajadora social del Hospital, se creó para atender necesidades de los niños, varios de ellos de larga estancia.
La idea es que los menores no dejen de socializar, no pierdan la posibilidad de desarrollar las competencias de su edad y al mismo tiempo se entretengan.
Algunas veces, incluso, han prestado ayuda para que los niños no queden desescolarizados. Catalina Montoya Delgado, también trabajadora social en el Pablo Tobón, contó que así ocurrió con una niña que recibió un trasplante y debió permanecer unos seis meses interna. Desde el centro del país la maestra mandaba los talleres y en el Aula Pablito le ayudaban con el proceso.
Esa, precisamente, es la idea que tienen las practicantes del T. de A.
Luci Yoana Mira, una de las estudiantes, contó que las actividades para los niños implican también un proceso pedagógico para que no estén simplemente jugando, también aprendiendo.
La labor para ellas, creen, ha sido de mucho aprendizaje, gratificante y a veces dolorosa. Enseñarles a niños con esas condiciones ha sido un reto que asumen con profesionalismo y con corazón. Es inevitable, manifestó Leidy, tener una cercanía con los niños que las han acompañado y enseñado durante el último año.
Y si les da "duro" cuando se tienen que despedir de los que se van para la casa, las estudiantes han experimentado una tristeza mayor: decirles adiós y no volver a ver a los pacientes fallecidos.
La próxima semana serán ellas las que se irán. Finalizan el año de prácticas y en el Tecnológico de Antioquia buscan los alumnos interesados en acompañar a los niños del Aula Pablito.
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