A una venganza por la muerte de uno de sus líderes, abatido con un avión teledirigido estadounidense atribuyeron autoridades pakistaníes la masacre de diez alpinistas y su guía a manos de un grupo Talibán el pasado fin de semana.
Las víctimas fueron tres ucranianos, dos eslovacos, dos chinos, un lituano, un nepalés y un chino-estadounidense, quienes fueron sorprendidos por los terroristas cuando descansaban en un campamento para emprender la escalada.
Attaur Rehman, secretario del Interior en Gilgit-Baltistan, dijo a AP que los extremistas islámicos llegaron disfrazados de policías y mataron a los 10 alpinistas extranjeros y a su guía local, al pie de una de las montañas más altas del mundo en el norte paquistaní.
La zona donde fue perpetrada la masacre era calificada como muy tranquila y está localizada a cientos de kilómetros de los principales refugios del Talibán a lo largo de la frontera con Afganistán. Para su ataque, los talibanes secuestraron primero a dos guías locales para que los llevaran al campamento en la montaña Nanga Parbat, en la región remota de Gilgit-Baltisan, dijo ayer el ministro del Interior paquistaní, Chaudhry Nisar Ali Khan.
Los agresores golpearon a los alpinistas y les quitaron los teléfonos celulares o satelitales antes de ejecutarlos, dijo el Club Alpino de Pakistán. Matt Boland, portavoz interino de la embajada de E.U. en Islamabad, confirmó que un estadounidense estaba entre los muertos pero no precisó si también tenía nacionalidad china.
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