De la fuerza de la retroexcavadora sólo se salvaron "Ene ene" y su cría, porque lo demás fue arrasado por la maquinaria.
No había más de otra, pues lo que se vivía allí era tan deprimente, que la misma comunidad, acostumbrada a las escenas dantescas, sentó su voz de protesta y hasta interpuso un derecho de petición para que el espacio le fuera devuelto.
Les hablamos de un terreno ubicado entre las calles 42 y 44 y las carreras 43A y 44, sector de Niquitao, el cual había sido tomado por unos sesenta habitantes de calle que lo habían convertido en un basurero en donde, además de reciclar, se tiraba vicio, se hablaba toda clase de groserías, se peleaba y hasta se cometían actos obscenos a plena vista de los residentes.
Por eso, con el derecho de petición en la mano, Miguel Bustamante, Inspector de Policía No. 10, de La Alpujarra, le madrugó al operativo, que tenía como misión recuperar el espacio y persuadir a los ocupantes para que se fueran a los Centro Día que tiene la Alcaldía destinados a atender a los indigentes.
En lo primero no hubo problema: salvo algunas escaramuzas, insultos y un intento de prenderle fuego a todo, que protagonizaron varios ocupantes del lugar, todo salió perfecto.
"Pudimos recuperar el terreno sin lastimar a nadie. El Simpad ordenó el desalojo porque los ocupantes estaban poniendo en riesgo las casas aledañas con humedades, porque acá se bañaban con agua que les daban los vecinos; y con candela, porque encendían fogatas para cocinar y hay casas de tapia que quedaban en peligro de incendiarse", explicó el funcionario.
Por eso, la recuperación no daba espera y debía ser con entera decisión. Pero el otro objetivo no se pudo cumplir ni siquiera a medias, si acaso a octavas o a novenas, por usar una proporción, pues "de 60 personas, sólo dos se dejaron persuadir para irse al Centro Día, con los otros es muy duro".
"Mejor la libertad"
Así es. Lo confirma Óscar Ruiz, uno de los desalojados, quien con su esposa y sus dos hijos prefirió seguir en las calles que irse a mejor vida en el Centro Día.
"Elegante tener una casa, pero yo prefiero la libertad, ¿sí me entiende?, yo me consigo pa'vivir en la calle", expresó el muchacho, sin camisa y de oficio "reciclador".
El inspector no llegó arrasando. Primero se percató de que las máquinas sólo demolieran cambuches, lotes de basura y trebejos. Nunca a las personas, ni más faltaba.
Y fue ahí cuando afloró la imagen de "Ene ene", una perra cuyos tatarabuelos pudieron haber sido unos bellos Schnauzer pero que ella no les hizo el honor de preservarles la alcurnia.
Junto a ella, cinco crías pegadas de sus tetas y prácticamente con una sentencia de muerte encima, porque el dueño las iba a ahogar antes que perderlas. Eso lo sintió Aicardo Marín, vecino del sector, como una puñalada, "porque adoro los animales y esa perrita la quiero mucho, no sé el nombre, póngale Ene ene", dijo.
Y como en el grupo del operativo iban funcionarios de la Secretaría del Medio Ambiente, la perra tuvo salvación. Fue llevada al Centro de Adopción para animales callejeros La Perla, donde la esterilizarán, le darán asilo con sus crías, abrigo y mucho cuido para que no sufra más. El otro héroe que la salvó fue Arles Callejas, del Medio Ambiente.
A las 10:00 a.m., dos horas después, todo estaba en calma. Y las máquinas raspaban un terreno que fue diseñado para jugar y descansar y otros lo habían convertido en basurero, sopladero y recicladero. Ahora, que lo goce Niquitao... los niños de Niquitao.
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