Los tres ejes propuestos por el presidente Santos son acertados: una paz estable y duradera, un país educado para fortalecer el criterio y generar oportunidades, y una sociedad equitativa que supere tantas desigualdades.
Y un cuarto, que si bien no fue planteado como tal, confiamos en que no haya sido simple mención de cortesía: el reconocimiento, respeto y compromiso con las Fuerzas Armadas. No en vano el público asistente, y con él el resto del país, aplaudió de pie la gratitud para esos miles de mujeres y hombres que han mantenido firme nuestra institucionalidad, en medio de hondas heridas e incomprensiones.
El llamado a la unidad nacional en torno a propósitos de interés común es lógico y conveniente. Hay asuntos de vital importancia que requieren la fortaleza de la unidad de los demócratas. Esto no es lo mismo que el unanimismo, entre otras cosas porque uno de los cambios más positivos que podremos tener como Nación es el de una oposición vigorosa, que controle y denuncie, ojalá, eso sí, con la única finalidad del bien común. Cualquier actitud revanchista o anárquica es inaceptable.
El eje vertebrador del discurso fue la paz. Santos logró triunfar en segunda vuelta amarrado a la promesa de este bien superior como hecho realizable. Además de ser su mayor apuesta personal y política, se trata del reto de mayor envergadura que haya afrontado el país en décadas.
En menos de 10 meses los colombianos esperamos conocer a fondo el contenido de unos acuerdos que no deben socavar los pilares de nuestro sistema de democracia liberal: la autonomía política y electoral de los ciudadanos, la integridad, el respeto por las instituciones y el honor de las Fuerzas Militares, la libertad de empresa, la propiedad privada o la libertad de prensa y de opinión.
Paralelamente, el país, que será convocado a refrendar los acuerdos, estará atento a que los autores de delitos de lesa humanidad y crímenes de guerra, además de cumplir una pena como lo establece el Estatuto de la Corte Penal Internacional, estén impedidos para ocupar cargos de elección popular.
El compromiso con la educación era una tarea pendiente desde hace décadas. Si es un propósito serio, hay que apoyarlo de forma irrestricta. Para transformar el país y dar un salto cualitativo en términos de desarrollo económico y social se requiere un profundo replanteamiento del sistema educativo, soportado en mayor inversión para lograr óptimos niveles en cobertura y calidad.
Una mención de paso referente a "un nuevo pacto social" dejó la duda de cuál es su alcance. ¿Una nueva Constitución? ¿Una asamblea nacional constituyente? El pacto social por excelencia es el derivado de una Carta Política. Ojalá esto se precise en su delimitación exacta, pues la suerte que corre el país va más allá de un simple eslogan.
Por lo que decíamos al principio, no todo puede ser objeto de discurso de posesión, pero sí hay omisiones que llaman la atención más que las menciones. La referente al vicepresidente saliente, Angelino Garzón, por ejemplo. No haber mencionado la transparencia y la lucha contra la corrupción. O haber dejado de lado el acuciante tema de la reforma a la justicia, o de la política ambiental y los retos del calentamiento global en nuestro suelo. Quedará confiar en que estos últimos temas sí sean objeto de política pública eficaz.
SI EN CUATRO AÑOS NO SEMBRÓ LAS SEMILLAS, ES MUY DIFÍCIL QUE AHORA VAYA A CUMPLIR
Por DARÍO ACEVEDO CARMONA
Historiador, analista político, profesor titular de la Universidad Nacional.
El discurso de posesión del presidente Santos para su segundo mandato no me pareció de gran contenido. Habló de tres aspectos que serán las claves de su segunda administración, pero sin profundizar cómo los va a realizar: paz, equidad y educación.
En abstracto suenan muy bien, pero si tenemos en cuenta que lleva ya cuatro años sin mostrar realizaciones, pues no hay motivos para pensar que ahora sí. Si en cuatro años no sembró ni la semilla, será muy difícil que en los años que restan pueda hacer grandes cosas en esos tres terrenos.
En el tema de la paz no hubo mayor novedad. No sabemos el contenido concreto de los acuerdos de la mesa de La Habana. Allí las Farc no reconocen las víctimas, hay una actitud elusiva y cínica. “Timochenko” dice que no tienen nada de qué arrepentirse.
Fíjense además que el Presidente habló de “dejación de armas” y no de “entrega”, que es lo que todos debemos exigir. Una paz sin entrega de armas no es paz. Hablar de mera “dejación” es dejar la puerta abierta para que las retomen bajo cualquier pretexto.
Lo del nuevo pacto social es una bandera muy trillada. Es uno de esos anuncios como tantos que se han hecho. El presidente Santos es especialista en anuncios de muchas cosas que luego no se hacen.