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“ESTA GENTE SON DE UN PUEBLO”

  • “ESTA GENTE SON DE UN PUEBLO”
09 de agosto de 2014
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Hay títulos que no se compran, pero valen como el oro. "Montañero" es uno de ellos.

Montañero es el remoquete, a veces usado despectiva e indiscriminadamente (no importa si se es de una cordillera o de un valle), que algunos nos dan a quienes nacimos en un punto alejado de las grandes urbes, como si esta circunstancia, inocua y ajena a nuestra voluntad, fuera una enfermedad infectocontagiosa.

Nada que ver. Ser de un pueblo no arde, no pica, no pesa, no duele y tampoco avergüenza. Por el contrario, llena el pecho de aire, pero las palabras precisas para describir el sentimiento desbordarían la capacidad de este espacio, de modo que firmo un vale por esa cuantía.

Estos días de Feria de Flores y de niños vestidos de campesinos (que no disfrazados) desfilando por las calles de la ciudad, me llevaron a esta reflexión.

Más allá de ponerles un poncho y un sombrero para desfilar un rato y tomarles la foto para el "feis", creo que debemos ocuparnos también de enseñarles qué hay detrás de esa indumentaria. O mejor, debajo.

Los campesinos no son de una calidad humana diferente, a pesar de vivir en casas de tapia con techos de cañabrava y de caminar por caminos pantanosos o polvorientos. Si acaso, tenemos algunas diferencias culturales y socioeconómicas, pero ni el dinero ni los conocimientos ni las condiciones materiales de vida nos hacen mejores ni peores. Todos, vistamos de ruana o de smoking, tenemos ilusiones, alegrías, problemas, tristezas, temores y fuerzas, hayamos nacido en Pueblo Sapo o en el corazón de Medellín, Nueva York, París o Londres.

Nuestros campesinos son héroes que, a la orilla del mar o en el páramo, por cañones, praderas o serranías, han sufrido todas las consecuencias de un bajo desarrollo económico. La calidad educativa, el nivel de salud pública y los servicios públicos domiciliarios usualmente no llegan hasta ellos o no son los mejores. Pero este hecho, lejos de constituir una ventaja o un derecho del citadino, lo que representa es una injusticia social y una deuda impagable del Estado con el campesinado.

Pese a ser blanco de grupos en conflicto, desplazados a la fuerza por unos y por otros, y de ser muchas veces injustamente explotados por los grandes terratenientes, cada taza de café que tomamos y cada plato de comida que comemos, proviene de las manos rugosas e incansables de nuestros campesinos. Calculen su importancia. Si alguien puede tener ínfulas de superioridad aquí, son ellos.

No tengo muchos títulos en mi hoja de vida. Ostento con mucho amor el de "mamá" y guardo como un tesoro el que me prodiga un amigo de mi pueblo que me llama "arriera de corazón". Honor que me hace. No creo merecerlo, pero lo recibo con un gran respeto por mis antepasados que hicieron país con su recua de mulas por trochas imposibles; por mi papá y mis abuelos, que siempre sembraron sus esperanzas en un cafetal y en un cañaduzal; y por cada uno de los campesinos que no conozco, pero a quienes celebro su existencia y su trabajo silencioso, porque pese a sus condiciones difíciles de vida, entre la pobreza y la indigencia, conservan el ingenio, la espontaneidad y la sinceridad con la que se ocupan de su cotidianidad, estén donde estén.

Ojalá no se extingan como los dinosaurios. Que siempre haya algunos de los que otros puedan decir, con más admiración que burla (y póngale música): "Esta gente son de un pueblo…".

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