Estados Unidos decidirá el próximo martes la composición de su Congreso, en unas elecciones que se han convertido casi en un plebiscito de aprobación al presidente Barack Obama, golpeado en los últimos meses por una bajísima popularidad.
El partido de Obama, el Demócrata, lucha estado por estado para no perder sus escaños y ya la pregunta obligada en los pasillos políticos estadounidenses no es ¿quién será el ganador de las legislativas?, si no ¿por cuántos escaños perderán los demócratas?
El partido Republicano, cuya ala de extrema derecha ha crecido considerablemente en los últimos meses, está convencido de que podrá apalancarse en el descontento con el presidente Obama para sacar grandes réditos electorales.
Actualmente los demócratas tienen mayoría en ambas cámaras. En el Senado cuentan con 59 escaños frente a 41 de los republicanos. En la Cámara el número demócrata sube hasta los 255 y el de los republicanos a los 178.
Este panorama puede modificarse radicalmente. Los estadounidenses reformarán este martes a 37 de las 100 bancas del Senado y al total de las 435 bancas de la Cámara.
Las elecciones no pueden caer en peor momento para los demócratas.
A Obama le ha costado un inmenso trabajo cumplir con sus promesas casi dos años después de tomar posesión del cargo y aunque la economía, principal angustia en Estados Unidos, ha tenido una leve recuperación, aún el desempleo es un dolor de cabeza que muestra cifras en rojo.
Poco a poco la ciudadanía se ha ido desencantando del programa del afroamericano y según los analistas, son muchos de esos mismos votantes que lo apoyaron en las presidenciales los que ahora podrían darle la espalda.
Sumado a este oscuro panorama, Obama ha tenido que enfrentar la salida de varias fichas fuertes de su gobierno.
Las renuncias en las últimas semanas han sido masivas e incluyen la salida del jefe de gabinete de la Casa Blanca Rahm Emmanuel, el Consejero para la Seguridad Nacional, James Jones, el jefe de Presupuesto, Peter Orszag, el director de Inteligencia Nacional, Dennis Blair y el principal asesor económico de la administración, Larry Summers.
Según Michael Shifter, presidente del reconocido instituto Diálogo Interamericano, Obama está experimentado algunas dificultades políticas, en parte normales tras dos años en el cargo, pero esencialmente por los niveles de desempleo que parecen estancados en el 10 por ciento.
Para Shifter la partida de los asesores de Obama no es el problema central.
"Los demócratas están en problemas porque hay un fuerte sentimiento anti-Washington en el ambiente del país y ellos están encargados", asegura.
Para David Gibbs, profesor de Historia y Gobierno en la Universidad de Arizona, es claro que la ciudadanía apoya a los republicanos para estas elecciones como consecuencia de los errores en las políticas demócratas de la Casa Blanca.
"En todo caso, es probable que el resto de la presidencia de Obama sea aun más conservadora de lo que ha sido, debido a la posibilidad de un Congreso republicano después de las elecciones (del próximo martes)", comenta.
Basado únicamente en las encuestas y con el amplio favoritismo republicano, las últimas semanas se han convertido en un torbellino de giras del propio Obama para tratar de recuperar votos en estados en los que los candidatos demócratas tienen opción de triunfar.
"Cuando la elección termine, necesitamos dejar de lado este partidismo, ganemos, perdamos o empatemos... Necesitamos unirnos para ayudar a darle trabajo a la gente que aún lo está buscando", aseguró ayer el Presidente estadounidense.
El Mandatario ha movido su discurso de los últimos días entre los ataques a los republicanos y una búsqueda de conciliación que le permita seguir impulsando las reformas prometidas. Sin embargo, el panorama, de perder las legislativas será más oscuro que nunca para una ilusión de cambio que no ha logrado concretarse.
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