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Fakir le pone color a Dabeiba

15 de mayo de 2009
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Ronda en Dabeiba la leyenda de que en tiempos de la conquista, el cacique Nutibara, que tenía el poder indígena en la zona, se enfrentó cuerpo a cuerpo al español Francisco César y en la lucha, el nativo le estaba haciendo comer tierra al conquistador.

Viendo inminente la muerte de su jefe, los soldados incrustaron sus espadas en el corazón del cacique y lo asesinaron. Luego, por no someterse al yugo, los indígenas prefirieron irse a morir ahorcados en la selva.

Mucha agua ha corrido sobre el río desde aquellos tiempos remotos, pero en Dabeiba nadie quiere olvidar la historia. Y a esto ha contribuido Darío de Jesús Moncada, "Fakir", un pintor de pincel que a través de murales les está ofreciendo a los dabeibanos cátedra de historia e identidad cultural.

Su obra estrella es un mural de 20 metros de largo por 3 de largo pintado en un inmueble al costado derecho de la vía, en dirección norte.

La obra, con gran técnica y mucho colorido, resume los capítulos más importantes de la historia del pueblo. Uno de ellos es la escena del combate entre Francisco César y el cacique Nutibara.

-Yo no sé si la historia fue exactamente así, es la versión que recuerdo-, dice Fakir, que prefiere este apelativo a que lo llamen por su nombre de pila.

Profeta en otra tierra
"Fakir", hay que decirlo, no fue profeta en Jericó, donde nació hace 58 años. El destino lo empujó a Dabeiba y en este exótico territorio, muy poblado aún de indígenas y una década atrás muy golpeado por la violencia, echó raíces. Claro, raíces de color, pues la soledad ha sido su aliada para desarrollarse como artista.

-Pinté este mural para recordar toda la historia que se ha vivido en este pueblo. Las batallas de la conquista, la independencia, los tiempos de la cosecha, el legado de la Madre Laura, que hizo su labor misional por acá, la obra que dejó Monseñor Gaviria, un párroco muy querido que llegó acá y aquí murió, y la última parte, los sembrados de café, el trabajo-.

Como si quisiera que ese capítulo no fuera de recordación, los episodios de la violencia más reciente no los ha incluido en sus murales. Por eso no aparecen escenas de las tomas guerrilleras de la década pasada y ni siquiera alude a ellas.

Curiosamente, varios inmuebles aledaños a su obra fueron destruidos -aún permanecen así- y el mural está intacto. Sólo a uno que pintó sobre una pared de bahareque le llegó el deterioro y ahora lo está repintando.

Además, el vandalismo ciudadano tampoco ha rozado sus muros. Sobre sus obras no hay un grafiti, un rayón ni nada que se le parezca. En la calma de este pueblo apacible y de clima caliente, lo respetan. En las calles, los niños lo saludan y los adultos lo admiran y valoran su trabajo.

-Le financiamos sus murales porque tiene calidad, pinta con talento, tiene expresividad y sabe combinar lo humano con lo divino, nuestra riqueza cultural-, afirma Luis Alfonso Ocampo, líder del Comité Cívico Dabeibano.

En su portafolio, que lo lleva más en su mente que en catálogos, está que fue seleccionado para la 4a. Bienal de Arte de la Universidad de Antioquia, que fue finalista por al subregión de Occidente en una muestra de artistas y que en el ancianato de Santa Fe de Antioquia le abrieron un espacio a su talento.

-Esto no me da plata, me ha dado para sostenerme. Tengo un semillero con los niños que sienten pasión por la pintura-, puntualiza Fakir.

Y viéndolo trabajar, cómo usa delicadamente y con paciencia su pincel, se entiende porqué adoptó tal seudónimo. El fakir, en la India, es un mortificado, alguien capaz de ayunar por semanas o por meses.

El ayuno de Darío de Jesús es la soledad, el amor a Dabeiba, donde sabe que difícilmente alcanzará la fama que lograría haciendo lo mismo en la capital. No importa, su paz interior vale más que el estrellato. Uno lo siente así.

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