MARTITUNIA, QUINDÍO. A cualquiera se le alborota la nostalgia posnavideña cuando se alista para regresar a Medellín por un carreteable vetusto como el que se anda al salir del llamado triángulo cafetero.
Al terminar la cómoda Autopista del Café y aproximarse a Antioquia, esta vía es un monumento vergonzoso a la ineptitud y la improvidencia, no sé de quién.
Es injustificable que la región del País Paisa no pueda integrarse ni proyectar una industria turística próspera y estable porque mucha gente prefiere la seguridad de quedarse en casa y rehúsa un viaje largo y penoso que, por los estragos de un simple aguacero (como sucedió el jueves pasado), está volviendo a durar las mismas diez horas de hace cuatro decenios.
No hay que hacerse ilusiones si se trata de incrementar el caudal de visitantes desde Antioquia, porque el atraso en la comunicación terrestre es un factor que desanima a quien planee volver al paraíso del Quindío.
En estos contornos tienen proyectos ambiciosos para estimular el turismo. Sin embargo, en la temporada que acaba de terminar han escaseado los automóviles con placas de Medellín o Envigado, en Armenia y en los parqueaderos del Parque Nacional del Café, cuya vía de acceso desde La Tebaida es un ejemplo lamentable de descuido.
El proyecto de Autopistas de la Montaña hasta el sector de Tres Puertas ha de ser un modelo de progreso vial. Pero mientras se diseña y se ejecuta no tiene por qué repetirse la antigua costumbre de eludir el tránsito por la realidad actual para dejar en suspenso las obras de tierra firme y ponerse a soñar con probabilidades y expectativas.
Es inconcebible que en medio siglo no haya habido nadie capaz de aplicar una solución práctica de ingeniería al paso movedizo de Chirapotó, a pesar de que en el mundo civilizado se han inventado métodos y tecnologías para el desvío de quebradas, la prevención de derrumbes y la protección de calzadas.
Como viajero habitual por este camino desde hace cuarenta años, no entiendo por qué sea preferible, a quién le resulte buen negocio, estar haciendo pequeñas obras de corrección y repavimentación, cuando podrían construirse viaductos y afirmarse los terrenos deleznables.
Es reconfortante volver a Medellín para empezar un año mejor. Pero es una desgracia que el ascenso al Alto de Minas esté volviendo a ser, por el abandono y la incompetencia, tan tenaz y arriesgado como en los tiempos en que los escarabajos de la montaña se coronaban en las trochas de arriería como héroes de la Vuelta a Colombia.
Con todo, feliz año y feliz retorno a la vida normal, a la ciudad de las flores y la eterna primavera, de los acosos, la rutina y el inútil pico y placa.
Pico y Placa Medellín
viernes
0 y 6
0 y 6