García Márquez, Gabo para medio mundo, fue el colombiano más conocido, acatado y admirado en el planeta. Pocos en nuestro país lo han igualado en méritos y en el alcance universal de su genialidad.
Nacido en la tórrida zona Caribe, en medio de paisajes de salvaje belleza y criado entre "mujeres bíblicas" que nutrieron su mente infantil con la mejor narrativa oral, que contaban delante de él hechos de la más diversa mezcla de pasiones humanas con la mayor sencillez pero con acendrado valor literario, Gabo fue para la literatura española, primero, y para la universal, inmediatamente después, un terremoto de talento.
Muy joven, viviendo ya en Bogotá, abandonó la carrera de Derecho y se dedicó al periodismo. Porque, como es bien sabido, Gabo fue periodista y maestro de periodistas. En este bello oficio fue reportero, cronista, corresponsal, columnista, crítico de cine. Decía en entrevista a Radio Habana, en julio de 1976: "Mi primera y única vocación es el periodismo. Nunca empecé siendo periodista por casualidad -como muchas gentes- o por necesidad, o por azar". Y en otra de 1991: "Mis libros son libros de periodista, aunque se vea poco. Esos libros tienen una cantidad de investigación y de comprobación de datos y de rigor histórico, de fidelidad a los hechos, que en el fondo son grandes reportajes novelados o fantásticos, pero el método de investigación y de manejo de la información y los hechos es de periodista".
Cuando en 1982, a los 55 años, fue galardonado con el Premio Nobel de Literatura, no hubo una sola voz que no lo considerara de toda justicia. Había entregado ya una obra cumbre, Cien años de soledad, génesis de un mundo literario que no termina, y otras novelas tan perfectas como El coronel no tiene quien le escriba, El otoño del patriarca, Crónica de una muerte anunciada, o el reportaje Relato de un náufrago. Años posteriores vendría El amor en los tiempos del cólera, entre otras, y sus muy esperadas memorias Vivir para contarla.
Tal riqueza estilística, que no se agota solo en las novelas, en las crónicas y reportajes, se extendía a sus celebérrimas (y escasas) entrevistas, donde adoptaba el papel de personaje, llegando a decir cosas disímiles e incluso opuestas entre una y la siguiente. Por ejemplo, como cita el profesor Conrado Zuluaga, cuando dijo "Nunca hablo de literatura, porque no sé lo que es, y además, estoy convencido de que el mundo sería igual sin ella". Millones de lectores lo desmienten, con afecto: ninguna de esas vidas habría sido las mismas sin su obra.
Es inevitable que un personaje de tal influencia genere controversia por sus posturas políticas. Su fascinación por Fidel Castro y la Revolución Cubana, indeclinable hasta el último respiro, ha sido y será tema de muchas páginas. Es una estación de parada obligada en su biografía, así en lo literario no mengüe ni un milímetro la grandeza de su obra escrita. En 100, 200 años, sus libros seguirán fascinando, más allá de las militancias del hombre que las creó.
GABO Y FIDEL. EL PAISAJE DE UNA AMISTAD*
* Extracto de libro del mismo título, de Ángel Esteban y Stéphanie Panichelli, publicado en 2004 (Editorial Espasa)
“La de Gabo y Fidel Castro es una amistad personal, política y literaria. Castro, que durante años no facilitó al Nobel colombiano acercarse a su guarida insular, más tarde aceptó sin disimulo sus caricias conspiradoras. Gabo, obsesionado por el poder, , los caudillos y la mediación diplomática del más alto rango, vio en el patriarca cubano el modelo a partir del cual América latina podía construir algún día un socialismo propio (…) Castro, que no tuvo en su isla un intelectual que le sirviera de comodín para difundir sus logros revolucionarios, encontró en García Márquez al ser más hábil que el Caribe había dado a luz desde los tiempos del cólera (...) Gabo, que siempre rechazó las proposiciones de partidos políticos y líderes colombianos para ser ministro, embajador o presidente, se puso el traje de campaña para hacer política a su manera: merodeando alrededor del poder, controlándolo y dirigiéndolo (…) llevando propuestas de uno a otro país, como embajador único y siamés del Comandante barbudo (…) Los nuevos amigos de García Márquez son casi todos presidentes, mientras los intelectuales y escritores le interesan cada vez menos (…) Gabo, que se siente «extranjero en todas partes menos en el Caribe», es en Cuba el hombre más feliz del mundo, y define la isla y su líder como «el paisaje de una amistad»”.