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Gregor Mendel, el Mundial y la Fifa

  • Rodrigo Guerrero | Rodrigo Guerrero
    Rodrigo Guerrero | Rodrigo Guerrero
18 de julio de 2010
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En 1861, Gregor Mendel, un monje agustino, presentó un trabajo que, aunque fue recibido con escepticismo y se mantuvo archivado hasta varios años después de su muerte, revolucionó la biología. En sus ya clásicos experimentos con arvejas, Mendel observó que al cruzar arvejas lisas con arvejas rugosas, esta última característica desaparecía en la primera generación pero se hacía presente en una cuarta parte, un 25%, de la segunda, proporción que se repetía con pasmosa exactitud en las múltiples observaciones que realizó. De ahí concluyó que la herencia se explicaba por la transmisión de un elemento concreto que se pasaba de una generación a otra, elemento que hoy llamamos gen.

El hecho de que exactamente siempre el 25% de los miembros de la segunda generación de arvejas fueran rugosas llamó la atención de un curioso investigador, quien calculó la probabilidad de que los hallazgos descritos por Mendel hubieran sido reales; al encontrarla tan baja sugirió el buen Monje, iba "cuadrando" la proporción de arvejas rugosas hasta ajustarla a las expectativas.

En la historia de la ciencia hay muchísimos casos como el de Mendel en los que un observador bien intencionado, pero desconocedor de las limitaciones de los sentidos para captar la realidad, acaba encontrando lo que quiere demostrar. La sabiduría popular dice que uno sólo ve lo que quiere ver. Los epidemiólogos llamamos "sesgo del observador" al problema de la subjetividad en la observación.

Todas estas reflexiones se me vienen a la mente al ver las pifias cometidas por varios árbitros en el reciente mundial de Suráfrica: El gol con la mano del delantero Thierry Henry, que dejó a Irlanda por fuera y envió al seleccionado francés al mundial; el gol en obvio fuera de lugar que convirtió Argentina y con el cual eliminó a México; y la anulación del gol de Inglaterra contra Alemania en un balón que picó medio metro adentro de línea de gol, que permitió luego la eliminación inglesa.

Los deportes y el fútbol en especial se han convertido en espectáculos de multitudes que despiertan grandes pasiones. Los hinchas se organizan en "barras bravas" que se caracterizan por un comportamiento agresivo que con frecuencia produce destrucción y muertes. En las eliminatorias del Mundial de 1970, Honduras y El Salvador entraron en guerra por los resultados de un partido de fútbol.

Mendel era un fraile austero y al hacer sus observaciones no estaba buscando el premio Nobel ni buscaba enriquecerse y, si cuadró sus resultados, fue de manera inconsciente. Pero si Mendel en la tranquilidad de su convento se equivocó al juzgar la rugosidad de las arvejas, ¿qué podemos esperar de la apreciación de una jugada, hecha de manera instantánea por un árbitro, quien tiene que ver no solo el acto sino también la intención, y de manera inmediata, con un pitazo, determinar la suerte de un partido de fútbol, ante la presión de miles de hinchas expectantes?

A la subjetividad de la observación del árbitro hay que añadir el efecto de los poderosos intereses políticos, económicos o de otro orden, que se afectan por el resultado de un partido. Con gran frecuencia aparecen denuncias y condenas por soborno de árbitros de fútbol. Dos prestigiosos clubes italianos fueron sancionados severamente por arreglar resultados a favor de apostadores. Alguien decía que errar es humano, y errar por dinero, es más humano todavía.

Por lo anterior es inexplicable la renuencia a establecer ayudas electrónicas ya adoptadas en el basquetbol, el tenis, el rugby y otros deportes, para obviar los errores de apreciación que necesariamente tienen que presentarse en un partido de fútbol. ¿Por qué la Fifa se empeña en rechazarlas?

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