La breve historia de la Comisión Nacional de Televisión no ha sido buena para el país y mucho menos para este servicio público de alto impacto social. Desde sus inicios en 1991, ha estado inmersa en numerosas situaciones que empañan la sana filosofía constitucional con que fue creada.
Los últimos episodios de los que han sido protagonistas algunos comisionados, obligan a una profunda reflexión sobre el papel de la Comisión. Los enredos de algunos miembros y sus subalternos, más sus constantes metidas de pata, hacen que sea necesario que el Congreso le ponga coto al asunto. Obviamente, con el urgente oficio del Ministerio de Comunicaciones.
Hay que revisar la esencia en sí de la Comisión y el perfil de sus miembros. Quién lo creyera: la CNTV tiene la misma filosofía fundacional que la Junta Directiva del Banco de la República.
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