x

Pico y Placa Medellín

viernes

no 

no

Pico y Placa Medellín

jueves

no 

no

Pico y Placa Medellín

miercoles

no 

no

Pico y Placa Medellín

martes

no  

no

Pico y Placa Medellín

domingo

no

no

Pico y Placa Medellín

sabado

no

no

Pico y Placa Medellín

no aplica  

language COL arrow_drop_down

Íngrid: el rostro de la esperanza

04 de julio de 2008
bookmark

Han sido largas y emotivas horas al frente del televisor, contemplando una y otra vez las imágenes de la libertad que han poblado el alma de Colombia en estas intensas jornadas. El histórico y exitoso operativo de rescate, realizado en forma perfecta por el Ejército Nacional y que nos devolvió vivos y salvos a Íngrid Betancourt y a los 14 soldados y policías, compañeros mártires del secuestro.

No se cansa uno de ver y volver a ver, de mirar y volver a mirar, como para que no se borren nunca de la memoria agradecida, los rostros de los liberados, su alegría, su estupor ante lo increíble, su reencuentro con la libertad. Nunca un país entero se había estremecido tan hondamente. Nunca fueron más sinceras las lágrimas.

Recordé entonces la columna que en este mismo espacio escribí el primero de diciembre del año pasado, días después de conocerse la imagen perturbadora y dolorida de Íngrid en cautiverio, que dio la vuelta al mundo y que teníamos tatuada en el alma los colombianos. "El rostro de la tristeza", fue el título de mi nota, que ahora releo y me sirve para descubrir que su cara es hoy el rostro de la esperanza.

Permítame el lector, para que el contraste sirva de marco a la alegría que nos embarga, retomar algunos apartes de ese texto. Sólo quien ha saboreado la muerte sabe lo que es la resurrección. Decía entonces: "Ahí está, en la cara de Íngrid Betancourt, que es símbolo e icono de la tragedia que viven los secuestrados, la prueba no ya sólo de una supervivencia, sino de la inhumanidad que hiere el alma de Colombia. Todo lo que queríamos o debíamos saber sobre la perfidia del secuestro y las negativas, pérfidas también de parte y parte, para la liberación, está reflejado ahí, en su piel marchita; en sus párpados entrecerrados para ocultar su mirar silencioso al fondo de su soledad; en el plácido y sufriente abandono a la desesperanza; en sus labios mustios en los que ha muerto la sonrisa. Conmueve esta imagen de Íngrid: como una 'Pietá' sin Cristo".

Y concluía: "Cierro los ojos. Como apretando un crucifijo, deslizo la yema de los dedos por la fotografía de Íngrid que reproduce el periódico. Toco su piel seca. Acaricio su frente desolada, sus párpados entrecerrados, como un pequeño vuelo suspendido. Sus mejillas marchitas, sus labios áridos, su mentón abatido. Quisiera ver renacer su antigua vitalidad, su contagiosa dulzura, el ardor de sus sueños. Pero todo está secuestrado. Todo clama por liberación?".

Veo ahora su cara. Cuando desciende del avión, cuando abraza a su madre y a sus hijos, cuando llora o sonríe, cuando habla y nos mira con el asombro del milagro en los ojos. Sí, ahí está su vitalidad de siempre, su radiante dulzura, el vigor de sus sueños. Se nota, por lo demás, ese dejo de humilde ternura, o de tierna humildad, que deja el sufrimiento. Aunque su liberación y la de sus compañeros de secuestro fue un triunfo, la actitud de ella está exenta de triunfalismos, de odiosos protagonismos.

Su cara es el rostro de la esperanza. De la esperanza que Colombia necesita. Y a la que tiene que aferrarse si todavía creemos en el futuro. Es hoy o nunca. Sólo la esperanza redime del pasado, exorciza los odios y purifica la memoria, para usar el lenguaje de San Juan de la Cruz. Tal vez no sea tan cierto que la esperanza es lo último que se pierde, sino lo primero que se logra después del naufragio. También la esperanza fue rescatada.

Te puede interesar

¿Buscando trabajo?
Crea y registra tu hoja de vida.

Las más leídas

Te recomendamos

Utilidad para la vida

Regístrate al newsletter

PROCESANDO TU SOLICITUD