En esta primera década del siglo XXI, uno de los fenómenos que más se destacó en la región suramericana fue el arribo al gobierno de una serie de presidentes considerados de centro-izquierda.
Pero obviamente esta es una expresión demasiado genérica para calificar una gran diversidad de gobiernos y procesos políticos. Sin embargo, se ha tratado de situar a los diversos gobiernos en dos grandes corrientes. De un lado, los considerados más radicales, agrupados alrededor del proyecto de integración del ALBA; y del otro, los de tipo más socialdemócratas, liderados por el gigante suramericano, Brasil.
Esta semana se realizan procesos electorales en los dos países que para algunos son las 'cabezas' de las dos tendencias anteriores, en Venezuela se realizaron elecciones legislativas y en Brasil se adelantará el próximo domingo la primera vuelta de la elección presidencial.
Pero debemos destacar que esa es una diferencia sustancial de las izquierdas del siglo XXI con las de la primera mitad del siglo XX, hoy día se busca acceder al gobierno a través de elecciones, mientras que en el pasado era por medio de revoluciones armadas.
La elección legislativa venezolana deja muchas enseñanzas; uno, la torpeza cometida por la oposición al gobierno del presidente Chávez al haberse abstenido de participar en 2005 dejando el camino libre para una Asamblea Nacional homogéneamente chavista; dos, la oposición logró unificarse y presentar un frente común y el resultado electoral es importante para ellos. Ahora se enfrentan a la tarea de hacer un papel decoroso de control político en la Asamblea Nacional y, sobre todo, lograr seleccionar un candidato que tenga el carisma, el liderazgo suficientes y la capacidad de proponerles a todos los venezolanos un proyecto integrador, para enfrentar al presidente Chávez en 2012 en su tercera reelección; tres, el desgaste político que parece evidente del presidente Chávez, pues si bien su partido, el PSUV, ganó las elecciones, lo hizo por una diferencia pequeña, lo cual puede ser resultado de una parte de los problemas de la gestión del gobierno -el resultado de varias políticas públicas como las de seguridad ciudadana, abastecimiento interno, desarrollo del sector eléctrico, entre otras, son altamente cuestionables- y de otra parte, de la fatiga en sectores, especialmente medios y altos, con la falta de renovación en el liderazgo político presidencial.
En Brasil se va a elegir al sucesor del presidente Lula da Silva, el más popular de la historia brasileña reciente y quien sin duda se proyectó no sólo como un líder nacional, sino regional y mundial.
La candidata del presidente Lula y de su partido, el PT -Partido de los Trabajadores-, es la ex ministra de su gobierno Dilma Rousseff, quien todo indica lleva una amplia ventaja y algunos sondeos consideran que puede ganar sin necesidad de segunda vuelta.
Su principal rival es el gobernador de Sao Paulo, José Serra, del partido del ex presidente Fernando Henrique Cardozo y quien perdió la elección frente al propio presidente Lula hace ocho años.
El gobierno del presidente Lula ha sido uno de responsabilidad en los aspectos macroeconómicos, pero buscando al mismo tiempo disminuir los niveles de pobreza y de miseria de la sociedad brasilera, para el Financial Times cerca de diez millones de brasileros ascendieron a la clase media y de acuerdo con el Banco Mundial cerca de veinte millones de personas han salido de la pobreza, especialmente a través de la política social más exitosa el programa 'Bolsa Familia'.
Adicionalmente, con el presidente Lula, Brasil se situó dentro de las potencias emergentes mundiales, forma parte del llamado grupo BRIC, junto con Rusia, India y China y ha adelantado una política exterior independiente, que incluso en algunos aspectos no coincide con la de las grandes potencias tradicionales, pero probablemente sí con sus intereses de posicionarse como jugador global.
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