Los primeros que llegaron esta mañana de lunes a la Fiesta del Libro fueron los jóvenes. Estuvieron muy a las nueve, con sus uniformes, esperando las instrucciones de los profesores y los guías.
Después de la entrada, en donde se detuvieron a mirar la exposición de Primeras páginas de EL COLOMBIANO, no hubo momento en que no estuvieran haciendo algo.
A las 11:00 de la mañana, Camila Orrego y Valentina Pérez, la primera con doce años, la segunda con once, ya habían estado en clase de inglés, hecho origami, escuchado sobre Scherezada y se tomaban un descanso comiendo manzana con chocolate y palito de queso. "Está bueno esto acá. Hemos aprendido mucho", contó Valentina.
El espacio para los jóvenes se llama la Sub17 y está compuesto por varias carpas que le ofrecen a niños y jóvenes varias posibilidades lúdicas: pueden leer, pintar, moldear plastilina, hacer caricaturas, aprender inglés, escuchar cuentos y hasta bailar.
"En la bebeteca realizamos actividades de lectura con la temática de Las mil y una noches. Con madres gestantes y niños hasta los seis años hemos cantado, bailado música árabe y leído cuentos", contó Melissa Restrepo, coordinadora de la bebeteca. Solo el fin de semana, mal contados, pasaron por su carpa unas mil personas.
Los niños siguen de carpa en carpa. Los promotores siguen con una sola idea, que es la misma de la Fiesta del Libro: que cuando se vayan, hayan descubierto que los libros tienen magia. Que leer tiene su encanto.