El dedo inquisidor lo señala como uno de los culpables de la debacle económica y social que dejaron las captadoras ilegales de dinero. Al sistema financiero colombiano le reclaman que haga mayores esfuerzos para ampliar la bancarización, que sea más benevolente, que actúe con más racionalidad, que baje los costos de sus transacciones, que no cobre por todo, para tratar de que la gente no caiga en las garras de los captadores ilegales y en el desangre de los préstamos gota a gota.
Es innegable que, gracias a los bancos, el país ha crecido. Negarlo sería ponerse del lado de los que quieren hacer ver al sistema financiero como un monstruo de tres cabezas.
A través de sus sistemas de financiación miles de colombianos se volvieron propietarios, florecieron cientos de proyectos públicos y privados para el disfrute colectivo y la infraestructura nacional recibió un empujón que le permitió al país posicionarse en materia económica, por mencionar algunos de los réditos que ha dejado. Y que sigue dejando.
La solidez y la confianza que proyecta catapulta a otros sectores de la economía a seguir creyendo en el país y a mantener inversiones vigorosas.
Aunque la percepción de un sector de la población es que los bancos han estado alejados de los más necesitados, la verdad es que en los últimos años hay avances.
El número de personas bancarizadas (habitantes que tienen acceso a los servicios financieros) aumentó en tres millones y medio desde 2006. Esto quiere decir que el indicador de bancarización pasó de 47,5 a 55,5 por ciento. Hoy el 92 por ciento de los municipios cuenta con alguna entidad financiera. Además, el 76 por ciento de las cuentas de ahorro corresponde a la definición de cuentas de bajo monto.
Pero para continuar con la masificación de los servicios financieros se requiere de otro elemento importante: reducir los precios que cobran los bancos por el manejo de las tarjetas, por las transacciones electrónicas o por los retiros en cajeros. Porque cobran por todo. La banca se defiende señalando que las tarifas de servicios financieros crecen menos que la inflación: 5,9 por ciento frente a 7,6 por ciento, a septiembre de 2008.
Es cierto que los miles de "ahorradores" de las denominadas pirámides cayeron por ignorancia, por ingenuidad y la gran mayoría por ambición.
Pero ahora los bancos no pueden darle la espalda a la gente y decirle que por boba perdió su dinero. Esta es una oportunidad enorme para acercársele; es un momento en el que la economía afronta un momento crítico y se necesitan salvavidas.
Como negocio que es, la banca tiene que dar rentabilidad (entre enero y octubre acumuló ganancias por 4,17 billones de pesos), pero tampoco puede olvidarse de la gente. Finalmente es su razón de ser.
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