Hay que ser claros: Salazar no es Fajardo. Mucha gente llegó a pensar, y en eso tiene que ver mucho la campaña publicitaria para que Alonso llegara a la Alcaldía, que estos dos hombres son la misma cosa, la misma forma de gobernar, la misma forma de sonreír, la misma forma de ganar puntos en las encuestas.
La verdad es que no lo son. Basta revisar sus orígenes para saber muy bien quién es quién y para dónde va su destino como gobernante.
Salazar es un hombre que viene de un agradable municipio de Caldas, Pensilvania, hijo de nobles campesinos que surcaron la tierra para tener con qué darle el pasaje a su hijo con la ilusión de convertirse en escritor en Medellín.
Sergio Fajardo es el hijo del dueño de una de las firmas de construcción más importante de la ciudad. Y su sueño era ser matemático.
Mientras Salazar tomaba tinto de 500 pesos, a precio de ahora en la placita de la U de A, Fajardo sonreía con sus compañeros de Los Andes, en Bogotá, mientras preparaba su posgrado en los Estados Unidos.
Esas diferencias, por clasistas que parezcan (que lo son) marcan el carácter de estos dos hombres. Entonces, la encrucijada de destinos los puso a uno como un experto cirujano plástico y al otro, como un cardiólogo, un gastroenterólogo, o algo similar.
El primero transformó una ciudad que venía por un mal camino, a punta de colegios de calidad, parques interactivos y parques biblioteca. Toda una revolución de exteriores.
Pero ¿Sabrá algo de iniquidad, de desigualdad? ¿Acaso sabe de entrañas, tripas, sistema óseo? Acaso alguna vez aguantó hambre, tuvo problemas graves de salud y no fue atendido en un centro de Metrosalud, o el bus de San Lucas venía "tuquio" de pasajeros a las seis de la tarde?
Estoy seguro que ese tipo de cosas sí le sucedieron a Salazar. La gestión de Fajardo fue excelente, pero en su estilo. No lo niego, se paseó por todas las calles de la ciudad, saludó, sonrió e impuso un estilo "callejero".
Pero quien realmente conoce los problemas profundos (los que están debajo de la piel maquillada, para mucho bien, que dejó Fajardo) es Salazar. La atención en salud, la calidad en los colegios, la seguridad, eso lo conoce de primera mano porque lo vivió. Su gestión tendrá que ser valorada en ese sentido, no en la cantidad de portadas en las que salió o si lo declararon el hombre más sexy de este país.
Este hombre es frentero, tosco, huye de las palabras rimbombantes y continuas. Dice las cosas con valentía, porque las enfrentó en su tiempo de académico (o ¿cuándo vimos a Fajardo hablándole a los paras de la forma que lo hace Salazar?)
Sergio Fajardo fue buen alcalde, pero a Salazar le irá bien, a pesar de su aparente falta de fineza en sus maneras. Solo tengamos un poco de paciencia y dejemos atrás el desencanto que Salazar no es Fajardo, porque los habitantes de esta ciudad llevamos cuatro años escogiendo buenos gobernantes.
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