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La derrota de la inocencia

27 de diciembre de 2009
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El Día de Inocentes ha sido un motivo tradicional para la detracción colectiva de la inocencia. El inocente es un hazmerreír, sea porque esté limpio de culpa o por su candor y sencillez. La norma de costumbre ha convertido el 28 de diciembre en una fiesta bufa. Se aplaude la astucia para inventar mentiras y exageraciones. De ahí a la subestimación social de los infantes e inocentes hay un solo paso.

En la realidad, que va transformando el derecho, la presunción de inocencia está en proceso de extinción. Y en un sentido más amplio, se equipara la inocencia a la tontería, la estulticia, la ñoñez.

Ningún homenaje se les ofrece hoy a los llamados santos inocentes. Todo lo contrario. Se les ridiculiza. Pierde el que pase por inocente. Sale ganando el que sea capaz de emplear la malicia y una cierta dosis de picardía para ingeniar la broma pesada que se tolera porque así lo manda el antiguo canon de las celebraciones populares.

La gracia de la inocentada consiste en poner al incauto en desventaja y mofarse de él. Siempre se ha tendido a juzgar la inocencia como un factor de descrédito. El inocente merece conmiseración. Muy pocos preferirían someterse a la mirada compasiva de los demás y más bien ocultarían su verdadera condición para fingirse sagaces, espabilados. El inocente va marcado con el sambenito del perdedor vitalicio.

Todo eso explica el irrespeto a la infancia como portadora de la inocencia esencial. El niño la personifica. En reuniones de mayores, no se está libre de la irrupción descarada del contador espontáneo de chistes procaces que da rienda suelta a su tosquedad sin consideración por los menores.

En capítulo aparte podría tratarse acerca de la difusión insolente de telenovelas y dramatizados tremebundos o sensacionalistas en horarios preferenciales. Es un agravio contra los niños y un ultraje programado contra las familias. Esto les importa muy poco a los mandamases y jerarcas de la televisión.

Pongo en duda que haya interés en debatir sobre la insolente competencia nocturna entre dos series que apologizan el ajuste de cuentas, con el mismo despliegue con que se discute acerca de la licitación para el tercer canal. En el negocio de la caja nacional del espectáculo están relegados los temas de calidad y responsabilidad educativa y pedagógica.

La inocencia y la infancia que la simboliza están sitiadas. Lo que pasa un Día de Inocentes es apenas una muestra folclórica de la minusvaloración de los menores y sus derechos. La parafernalia mercantil de Navidad y Año Nuevo, que empieza desde Halloween, utiliza a los niños como pretexto. "Abuelo: La Navidad parece una fiesta de adultos", ha dicho mi nieto Ignacio, con la sindéresis rozagante de sus cuatro años.

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