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La hora de Colombia

  • Gral. (r) Eduardo Herrera Berbel | Gral. (r) Eduardo Herrera Berbel
    Gral. (r) Eduardo Herrera Berbel | Gral. (r) Eduardo Herrera Berbel
12 de agosto de 2010
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Le llegó la hora a Colombia.

Esta puede ser la idea central del discurso de posesión del presidente Santos, en el cual cabría destacarse que la seguridad no fue un tema dominante, pero enfatizó en el compromiso indeclinable de someter a los actores violentos "por la razón o por la fuerza", y envió un sentido mensaje de gratitud con su irrestricto respaldo a las Fuerzas Armadas.

De sus palabras se puede colegir, también, que la continuidad de la Seguridad Democrática está garantizada, aunque con orientación y matices diferentes. También expresó que "la puerta del diálogo no está cerrada con llave". Si bien, la puerta no está trancada por dentro, tampoco se puede interpretar como una apertura incondicional a un diálogo de bruces. Todo hace ver que prevalecerá el diálogo franco y directo sobre los buenos oficios o participación de terceros.

En estas primeras de cambio de la era Santos se descarta un diálogo inicial sobre el trajinado intercambio humanitario; y que un proceso de negociación en el futuro llevará un sello inconfundible: ninguna debilidad o apaciguamiento frente a los violentos, establece unas premisas inalterables: el cese de hostilidades, el fin del secuestro y la extorsión; la liberación de todos los cautivos y el pronto regreso a casa de los menores de edad en filas guerrilleras, y que el resultado final de cualquier diálogo debe ser el desarme y la desmovilización de las Farc y el Eln, su reintegración a la sociedad, y el logro de la reconciliación nacional.

Como lo veremos en las próximas entregas de Sin pausa , una propuesta de los actores violentos orientada a plantear posibles escenarios de interlocución en el exterior con Unasur y otras instancias de la comunidad internacional, hoy caen en el vacío. Incluso, esta premisa es válida para algunos sectores de la sociedad civil colombiana.

Se evidencia una nueva política gubernamental que demanda una pausa estratégica. No hay cabida a presión transitiva alguna hacia el Gobierno ni exigencia de prematuros procesos de diálogos.

Hay que darle tiempo al tiempo. Los actores violentos deben hacer una profunda reflexión. Si tocan o no la puerta de la paz, nadie les impide hacerlo. Cano, Gabino y García, deben tener realismo político y no llamarse a engaños para soportarlo en un imaginario revolucionario inacabable. Deben ser conscientes de su debilitamiento irreversible en su estructura guerrillera, y que la prepotencia y soberbia caguaneras están mandadas a recoger porque esa experiencia es irrepetible en las circunstancias actuales del país.

Este Gobierno no muestra afán para negociar con los actores violentos. Todo tiene su justo momento y, por ahora, construir una Agenda de seguridad, paz y prosperidad democrática, soportada en un Acuerdo sobre lo fundamental, parece ser lo prioritario.

Pero es indudable que cada día será mayor el fortalecimiento de la seguridad democrática con la firme consigna: arreciar la legítima acción represiva de las fuerzas institucionales del Estado, esto es, ni un paso atrás frente al terrorismo.

Esperamos no ser testigos de más engaños ni tapujos revolucionarios. Señores de las Farc y el Eln: llegó la hora de Colombia. ¡Ustedes tienen la palabra!

PAUSA UNO: Una Colombia en paz, como lo establece la visión 2019, es un compromiso de todos. No ahorremos esfuerzos ni solidaridad en tan loable empeño.

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