A los ojos del mundo, España es un gran país, una de las cinco economías más importantes de la Unión Europea, además de ser uno de los primeros en enviar ayuda internacional cuando alguien la necesita. Pero en temas de informar a la población, ¿son igual de correctos?
Algunos sucesos apuntan a que la respuesta es No. Uno de ellos tuvo lugar la madrugada del 14 de marzo, en una radio nacional, cuando un periodista insinuó, a nombre del Real Madrid, que los jugadores del Barcelona y del Valencia se dopaban. Una acusación no grave, sino gravísima, sobre todo, si se tiene en cuenta la operación antidopaje que envuelve al atletismo y ciclismo español.
Ante semejantes acusaciones, ambos clubes mostraron su malestar y están pensando emprender acciones legales. La respuesta por parte de la cadena radiofónica fue rápida. El mismo periodista ofreció disculpas y dijo que simplemente decía lo que se pensaba desde el equipo de Florentino Pérez. Pero, ¿y el presidente blanco qué dice? Nada, como siempre. El jefe del Real Madrid da ruedas de prensa únicamente cuando le conviene, pero se esconde detrás de los dos periódicos deportivos de la capital en casos tan graves como el comentado, pues, además de vender productos del equipo madrileño, tienen una fuerte campaña para desprestigiar al equipo catalán.
Es hora de que alguien ponga orden y les dé un estirón de orejas, porque en vez de estar inventando conspiraciones, deberían poner en duda las numerosas ligas que ganó el equipo blanco durante el franquismo, una cantidad que no se ha vuelto a repetir desde la muerte del Generalísimo.
El otro caso lo tenemos en el asesinato de una joven española en Barranquilla, quien estaba, junto a su esposo colombiano, disfrutando de unos días de descanso en la ciudad colombiana.
El tema es muy delicado. Se trata de la muerte de un ser humano y es algo de lo que se deben encargar las autoridades, no las cadenas de televisión españolas, que contactan con los protagonistas de esta triste historia para realizarles auténticos interrogatorios en directo, o permiten que los familiares acusen al esposo por el simple hecho de ser colombiano, algo que da muestra de la frialdad con la que se tratan los contenidos en España.
Algo semejante pasó en el caso del asesinato de una niña pequeña en Andalucía. Una de las involucradas, concretamente la esposa del presunto asesino, le concedió una entrevista a un programa del corazón, y después de quince minutos aproximados de interrogatorio, la involucrada en el caso no aclaró ningún hecho; sin embargo, pocos minutos después decidió contactar de nuevo con el programa y aceptó que su cónyuge era el autor del crimen. Eso no fue lo más grave. La mujer presentaba claros síntomas de estar sufriendo un ataque de ansiedad y, sin embargo, las preguntas por parte de los presentadores no cesaron hasta darse cuenta que la salud de aquella mujer no estaba en su mejor momento. Todo esto pasa porque los medios pueden distorsionar la realidad, hacer el papel de justicieros sin tener en cuenta las leyes del país y hacer acusaciones que no tienen ningún tipo de soporte. La gran mayoría olvidó que un periodista debe informar con rigor y objetividad, no manipular las noticias en su propio beneficio.
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