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LA PAZ DEL POSTCONFLICTO

  • LA PAZ DEL POSTCONFLICTO
17 de agosto de 2013
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Cuando por ser adolescentes llorábamos con alguna frecuencia, en la casa nos decían, "no llores más que pareces un jeremías", pero Jeremías se lamentaba por problemas muy serios, nosotros por pequeñas cosas que nuestra edad hacía ver más importantes.

A Jeremías le preocupaban las amenazas para no predicar más: "Hay que matar a ese hombre porque las cosas que dice desmoralizan a los guerreros que quedan en esta ciudad y a todo el pueblo, busca la perdición de la ciudad.

Es evidente que no busca el bienestar del pueblo sino su perdición" (Primera lectura). Al final terminaron echándolo en el pozo del príncipe Melquías. A los paisanos de Jeremías les quedó grande el amor de Dios en boca de un profeta pero no les faltaron los buenos sentimientos del gobernante, príncipe Sedecías y la súplica de un extranjero etíope Ebed-Melek (siervo del rey) para salvarlo con la delicadeza que solo da la compasión solidaria.

En un país polarizado como el nuestro ¿quién tiene hoy el valor de solidarizarse con las víctimas, hablar por los pobres, desenmascarar la corrupción, alertar sobre la inequidad y lentitud de la justicia, quién no acepta dinero para poder hablar, quién es capaz de dar razón, sin cálculos, acerca de lo que le dice la conciencia, quién es capaz de dejarse marginar por manifestar, incluso en la iglesia, un punto de vista diferente?

"¿Por qué quien vino a traer la paz, ahora trae división? ¿Piensan acaso que he venido a traer la paz a la tierra? No he venido a traer la paz sino la división". ¡Más divisiones y guerras después de tanto tiempo en ellas… La división y el pecado están unidos desde el origen: Dios y el hombre, Adán y Eva, Caín y Abel, el orgullo y Dios, la torre de babel.

Quién sabe si estamos pensando que la paz y el postconflicto van a ser un paraíso terrenal. Es apenas lógico que después de un conflicto tan largo pensemos en una paz ideal, cuando debiéramos estar pensando en la paz real, como la piensa Jesús: llena de lucha, esfuerzo, dedicación plena y fe incondicional, con un máximo cuidado al cambio del corazón y a la violencia que nos seguirá rodeando. Mejor suponer que quienes estuvieron en la guerra como victimarios necesitan más tiempo para sanar el corazón que quienes fueron víctimas que ya en su mayoría han perdonado. Los otros aún no han pedido perdón y sin perdón no hay paz.

"La paz os dejo, la paz os doy" requiere una relación personal con la Palabra de Dios (que es el mismo Jesucristo) capaz de afrontar todo tipo de conflictos, pero en paz.

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