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LA PAZ IMPOSIBLE

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29 de julio de 2013
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La última vez que Israel y Palestina se sentaron a negociar en una mesa, cara a cara, fue hace tres años y desde entonces, paralelo a sus incapacidades para lograr acuerdos, el mundo transformó su geopolítica.

Solucionar la cuestión palestina parece haber perdido relevancia en un ajedrez diplomático zarandeado por los intereses nucleares iraníes y las revueltas de la primavera árabe. Israel, sin cortapisas legales, aumentó mes tras mes su prepotencia ante las peticiones de sus vecinos y los garantes de la paz de Medio Oriente, Estados Unidos y Europa, atolondrados por sus propias angustias económicas, parecieron posponer cualquier tipo de nuevo encuentro entre Ramala y Tel Aviv.

Pues ahora, justo hoy martes, Israel y la Autoridad Nacional Palestina volverán a intentar un camino que lleve, si no a la paz, a encontrar puntos en común para la deseada solución de los dos Estados. El hombre que lo ha logrado es el secretario de Estado de Estados Unidos John Kerry, quien cree tener servida una nueva oportunidad. Hay entusiasmo, pero el problema tiene tantas aristas que el deseado apretón de manos parece lejano.

El paso inicial lo tenía que dar Israel y su primer ministro Benjamin Netanyahu sorprendió a la comunidad internacional al ceder sus recias posiciones y anunciar la liberación 104 presos palestinos. Palestina reconoció el gesto y el encuentro está pactado para adelantarse en Washington, territorio neutral.

Los palos en la rueda son varios. En el interior mismo del gobierno de Israel hay ministros que se oponen a cualquier tipo de conversación, los asentamientos israelíes en Cisjordania no recibieron ningún tipo de moratoria y, lo que es aún más desesperanzador, el grupo palestino Hamas tiende como una amenaza constante, pues no fue tenido en cuenta. Cualquier actitud belicista de los administradores de Gaza descarrilará el proceso.

Que vuelvan a hablar, tras tres años de olvido absoluto, es ya un motivo de entusiasmo, pero las posibilidades de éxito son muy remotas. Barack Obama, quien recibió el premio Nobel de Paz casi exclusivamente para que impulsara este proceso, se ha visto atado de manos frente a un Israel que se endurece frente a la posibilidad del Estado palestino.

No solo los contrarios desconfían entre sí. En el interior de cada bando existen profundos intereses para que la guerra continúe: la extrema derecha israelí por un lado y los grupos palestinos alzados en armas por el otro. Los negociadores juegan en contra del descontento del enemigo y al mismo tiempo con el desinterés de sus propios pueblos.

Esta paz se dibuja imposible. Ojalá el pesimismo sea derrotado por acuerdos concretos y respetables. Por ahora veo es una carrera con una meta inalcanzable cuyos corredores, además de tener que sortear zancadillas y obstáculos, inician el periplo con grilletes de plomo en sus pies.

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