La camiseta del líder Awá, Gabriel Bisbicús, lo dice bien claro: 398 años de resistencia. Él dirige la Unidad Indígena del Pueblo Awá (Unipa), con sede en Pasto.
De la capital de Nariño a su territorio hay un viaje de cuatro horas, distancia que protege a su pueblo de la exclusión, pero que a la vez los ha puesto en el ojo del huracán de los diversos grupos que les apuntan con sus armas.
Pero su lucha, más que política, es de supervivencia. Resistieron los años de conquista y colonia sin desvanecerse. Ellos, que hacen parte de la gran familia Chibcha, lograron que su cultura permaneciera en el tiempo.
Y, desde hace 20 años, iniciaron una nueva lucha: recuperarse a ellos mismos.
"Desde hace dos décadas tenemos esa claridad y determinación, pero en los últimos tiempos por los problemas que ha habido, es que nos han empezado a conocer", cuenta Bisbicús.
Recuperando la cultura
Awá significa gente, o persona, en awá pit, la lengua de este pueblo. Ellos hacen parte de las 64 comunidades indígenas que aún conservan su idioma.
"Gracias a los mayores, parte de la resistencia ha sido seguir hablando en su idioma y mantener el conocimiento ancestral, como nuestras prácticas tradicionales de la medicina propia o saber leer los tiempos de la siembra, de la cosecha, de construir las viviendas, la época de la caza y de la pesca y nuestra comunicación con la naturaleza", explica Bisbicús.
Un legado que ellos atesoran, porque eso les ha permitido valorar algo más y que es aún más importante: el territorio. "Nuestra bandera de lucha es por éste y por el respeto a la vida".
Y entonces su legado cultural se encuentra con su actual lucha política, porque por defender la zona que habitan, por querer mantener y perdurar su cultura, los ha enfrentado con los diferentes actores armados del país que, incluso, han masacrado a su gente.
"Eso es lo que nos enseñaron nuestros mayores: la tierra no se vende, la tierra no se arrienda", dice Gabriel Bisbicús, con su voz pausada pero segura, en la que se puede confiar, porque los Awá respetan el valor que tiene el compromiso verbal en una sociedad que siempre les pide papeles firmados.
"Creemos en ella. Nuestros acuerdos son de palabra, y se cumplen. Eso nos ha costado siempre problemas con las pólizas y contratos".
Su tarea ahora está enfocado en la educación de su propio pueblo, para darle a los suyos una formación propia, que llaman para la vida.
Quizá lo más ejemplar de este pueblo es su capacidad de reclamar ante cualquier hecho violento o injusto.
"No nos quedamos quietos, nos movilizamos, nos unimos y salimos a la calle", algo extraño en un país muchas veces silencioso.
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