La salida en falso de Diego Armando Maradona, quien arreció contra los periodistas de Argentina tras lograr la clasificación al Mundial de 2010, lo único que causa es rechazo e indignación.
Su "desahogo", del cual no quiso retractarse en principio, es fiel reflejo de la "calidad humana" de quien se dice llamar ídolo. Aquí están las frases que enviaron las agencias de prensa y que generan vergüenza, mucho más cuando provienen de un seleccionador nacional: "Tengo memoria. Al que no creía, a los que no creyeron, con perdón de las damas, que la chupen y que la siguen chupando. Yo soy blanco o negro, gris no voy a ser en mi vida. Ustedes me trataron como me trataron. Sigan mamando".
Así respondió a la crítica, en tono de resentimiento, este controvertido hombre que brilló como futbolista, pero que deja dudas como técnico.
Ante el escándalo, el anuncio del presidente de la Fifa, Joseph Blatter, de llevar el caso al Comité Disciplinario del ente mundial, resulta alentador. Se espera un castigo ejemplar. Según el punto 58.1 del código disciplinario, este comité actúa contra "cualquiera que ofenda la dignidad de una persona o un grupo de personas".
La actuación de Maradona es uno de los tantos atropellos de los entrenadores no solo contra los periodistas, sino con los árbitros y aficionados. En días recientes, luego del partido Envigado-Quindío en el Atanasio Girardot, el técnico visitante Néstor Otero descalificó a través de la radio al asistente arbitral Róbinson Monsalve por tener labio leporino. ¿Indignante, verdad? Otero fue a descargos, se disculpó públicamente, reconoció su "embarrada", pero la Comisión Disciplinaria de la Dimayor "no halló méritos para sancionarlo".
El fútbol o, mejor, la sociedad, no necesita más Maradonas.
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