Han vivido engañados. Durante más de medio siglo creyeron que en Colombia imperaba la democracia y no era más que una farsa, un escenario de cartón piedra montado para que las élites se perpetuaran sin remedio. Así, mientras los caciques de cuna se repartían entre ellos el poder y las viandas, las minorías quedaban marginadas, apartadas como escoria. Les hicieron creer que cualquier ciudadano decente, sin crímenes a las espaldas, podía defender sus ideas políticas, por peregrinas que estas fueran, y ganarse el favor de las urnas mediante el debate ideológico consagrado por la Constitución. Y ustedes decidieron tragarse ese cuentito.
Cierto es que la alternancia de gobiernos de todo signo, desde la Casa Nariño hasta la alcaldía de Bogotá, creaba una cortina de humo de aparente libertad. Pero todo era más falso que una Piedad con dos pistolas.
Si jamás fue este país un caso aparte, una excepción como México, considerado hasta el triunfo de Fox como una desviación democrática de "partido predominante", el PRI, que durante 60 años hizo y deshizo a su antojo en el país azteca, no fue sino porque no había hueco en los libros para esta tierra. Si nunca entró en el saco de los sistemas bipartidistas o de las democracias imperfectas donde, desde Centroamérica hasta Paraguay, dominaban perros con distinto collar debió deberse a una laguna alimentada por cuantos les han mentido durante generaciones.
Ustedes compraron que en Colombia la única anomalía era la existencia de una anacrónica narcoguerrilla empeñada desde tiempos inmemoriales en tratar de dinamitar la propia esencia democrática y conseguir por las armas lo que eran incapaces de lograr con la palabra. Infelices. Menos mal que al fin alguien se ha atrevido a abrirles los ojos y a hacer buena la versión de las Farc, que siempre defendieron que su frágil democracia estaba pervertida.
Ha sido el propio Gobierno, por boca del negociador jefe habanero, quien ha destapado el enredo. Nos han dejado claro que las Farc han estado asesinando, secuestrando, robando y traficando porque ustedes les negaron la participación política. Los silenciaron y relegaron hasta echarlos al monte y ellos, pobrecitos, se vieron obligados a matar. Su intolerancia, que impedía a estos demócratas de toda la vida presentarse a las campañas armados hasta los dientes, corrompió los cimientos del pluralismo y enquistó el conflicto durante decenios. ¡Qué más hubiesen querido ellos que concurrir a las elecciones en libertad… Pero, ustedes, los colombianos "de bien" no les dejaron. Menos mal que al fin "se reconoce la irrupción de los movimientos sociales", pues hasta ayer mismo estaban proscritos, y "el respeto al opositor", que ustedes nunca practicaron, ya que ha sido necesario incluirlo en el segundo acuerdo de la agenda habanera.
Gracias a las Farc habrá una verdadera democracia en Colombia. Un sistema donde puedan resultar electos los pistoleros indultados en aras de una paz que ustedes siempre ignoraron. Se crearán las "Circunscripciones Territoriales de Paz", pero no para regalarles a estos pacifistas de uniforme la financiación y las curules sino para dar voz a "aquellos territorios que por razón del conflicto se han visto marginados". "No son circunscripciones para las Farc", explica el Gobierno, pues todos ustedes pueden aspirar a ejercer esa representación, no como hasta ahora. Hasta ayer mismo, ningún violador, matarife o narcotraficante podía ganarse el escaño. Injusticia, pues ellos también tienen derecho a expresarse.
Mucho habrá que cocinar este último punto, pues al parecer, en las zonas de conflicto el 61% de la población rechaza que las Farc formen un partido político, el 69% está en contra de que se les entregue un asiento en el Congreso y el 77% nunca votaría por un exguerrillero.
Dejemos por un momento la ironía. Confío en los buenos propósitos del Gobierno. A nadie se le escapa que la paz se construye con ciertas concesiones. Pero no claudicando ni agachando la cabeza. Ustedes no deben ser los derrotados, tampoco su ejemplar democracia. Son los enemigos de Colombia quienes deben pedir perdón. Por cierto, ¿alguien ha escuchado una disculpa?
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