Las hay quiebrapatas, saltarinas y hasta fantasmas, porque dicen los soldados que nadie las ve, pero están ahí.
Pueden estar bajo un montículo de tierra, escondidas bajo ramas o, incluso, sepultadas varios metros bajo la hierba. En los caminos o en la espesura de la manigua.
El sargento Tomás Castillo, experto en explosivos del batallón Pedro Nel Ospina, adscrito a la IV Brigada, asegura que estos artefactos fabricados por la guerrilla no son minas antipersonal sino artefactos explosivos improvisados. "Los hay de alto poder como las pimpinas, galones, pipetas cargadas de mucho explosivo y los hay de bajo poder como las quiebrapatas", aseguró Castillo.
El comandante de la IV Brigada, general Alberto José Mejía, afirmó que para "Alfonso Cano", las minas antipersonal son el combatiente perfecto porque "no comen, no piden vacaciones, no duermen, no cobran sueldo y hacen mucho daño".
Pese a que el uso de estos artefactos explosivos fue prohibido en 1997 en Ottawa (Canadá), tras la convención de los Estados parte, a la que pertenece Colombia, donde se comprometieron a la destrucción de las minas, en el país se siguen presentando accidentes y entre 1990 y lo que va del 2011, han padecido este flagelo 9.133 personas, de las cuales 1.930 han fallecido, según datos del Programa Presidencial de la Acción Integral contra las Minas Antipersonal (Paicma).
El departamento con más víctimas es Antioquia, con 2.048 lesionados y en el que no se ha presentado ningún accidente es en Amazonas.
Por su parte, el Gobierno nacional ha barrido de minas antipersonal 249.038 metros cuadrados del territorio nacional, pero, como afirmó el presidente Juan Manuel Santos, "los únicos responsables de las minas en el país son las Farc y el Eln". Por eso mañana las víctimas de estos artefactos esperan que los colombianos se unan a la campaña Remángate y así rechazar el uso de las minas antipersonal.
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