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Los 56 muertos que no verán el nuevo Gramalote

Mientras el Gobierno anuncia la construcción de 100 mil viviendas gratis, los damnificados de este pueblo destruido deambulan como errantes.

  • Los 56 muertos que no verán el nuevo Gramalote | Los damnificados retornan cada cierto tiempo a Gramalote para reencontrarse con sus recuerdos. FOTO EDGAR ALFONSO CUSGUEN O.
    Los 56 muertos que no verán el nuevo Gramalote | Los damnificados retornan cada cierto tiempo a Gramalote para reencontrarse con sus recuerdos. FOTO EDGAR ALFONSO CUSGUEN O.
29 de abril de 2012
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Gregorio Parada no les tenía miedo a los muros rajados de Gramalote. Ni al río seco ni a la única torre torcida que le sobrevive a la iglesia, esa que parece que con mirarla se viene encima.

No le temía a hurgar entre las paredes desmoronadas, a las que les rasguñaba un pedazo de chatarra o de cobre, para cambiar por 5 mil pesos. De algo había que vivir, le decía a Alejandrina Chacón Luna , su esposa.

Ningún miedo le daba deambular por entre las ruinas fantasmales de la Registraduría, de la casa de Ramón Sepúlveda , del hospital, de la peluquería Eris, de la cacharrería, de todo eso que ya es polvo.

Antes que miedo, era la necesidad de reunirse con otros tercos que suelen regresar al pueblo, de vez en cuando, para sentarse a recordar, en medio de los ladrillos, a paisanos como Jaime Barrera , el carnicero que, meses después de la tragedia y luego de ir a misa y rezar el Rosario, se apuñaló en el baño hasta desangrarse, porque no soportó vivir en Cúcuta, sin hacer lo que sabía, allá donde nadie lo conocía, donde las ayudas del Gobierno se demoraban, donde no se celebraban las fiestas del 6 de enero ni se subía a la Cruz cada 3 de mayo.

Gregorio Parada , a sus 56 años, no tuvo miedo y dicen que tal vez por eso, la muerte lo encontró fácil. Un muro le cayó encima el pasado 24 de abril, a las 11 de la mañana, una hora antes de volver a la casa para el almuerzo y 16 meses después de que Gramalote, su pueblo, quedara vacío de personas.

Aquel día, el 17 de diciembre de 2010, una masa arcillosa del cerro La Cruz se deslizó sobre 25 casas del barrio Santa Anita. En cuestión de horas, por el movimiento de masas y rocas fracturadas, la tierra se fue abriendo y el 80 por ciento de las viviendas, se agrietaron. Según la Fundación de Vivienda Popular (Servivienda), 830 familias del casco urbano salieron con lo que pudieron.

Desde eso Gramalote no tiene tierra. El sacerdote Fabián Stapper Carvajal dice que los 5 mil gramaloteros andan por ahí como el pueblo de Israel: "Dispersos por el desierto y buscando la tierra prometida".

Y no es muy alejado de la realidad. Por un lado, el 53 por ciento de la población se quedó regada en 14 veredas clavadas en la montaña. De otro lado, el juzgado y la Notaría se instalaron en el municipio vecino de Santiago. Allá mismo viajan a diario 200 estudiantes que viven en 62 albergues construidos por la Diócesis de Cúcuta.

Otro puñado viene desde Zulia y otro más desde Cúcuta. Y es en esa ciudad, en una casona de la Avenida 5, donde funcionan la Alcaldía y otras instituciones locales. Así de dispersos están.

Luego de la tragedia, el Gobierno Nacional se comprometió a brindar un subsidio de mercado y de arriendo que, según algunos damnificados, dejó de llegar en diciembre.

Luz Marina Gómez , de 51 años, ojos azules y operada del corazón, lo testifica. Ella está parada a bordo de la carretera, llorando como una niña, angustiada, diciendo algo que es obvio: "El hambre no da espera".

Su esposo, Rafael Valcárcel Caldas , pasó de ser el mecánico de Gramalote, al desplazado que pide plata en las esquinas del municipio de Zulia.

Pocos días después de la tragedia, a Rafael se le paralizó medio cuerpo, le dio trombosis. "Quedé torcido, mire cómo camino. Estamos debiendo 4 meses de arriendo y a punto de que nos saquen. Las ayudas llegan, pero tarde. Los dueños de las casas nos tienen desconfianza a los damnificados de Gramalote... claro, porque no pagamos a tiempo", se queja.

Su hijo, Rafael Enrique Valcárcel , "trabaja" jugando fútbol. Como dicen que tiene tan buena gambeta, cada ocho días juega partidos por los que le pagan 50 mil pesos.

Historias son las que hay. Josefina Niño tiene 71 años y en los 11 meses que durmió sobre una colchoneta, en un albergue cerca de Gramalote, rebajó siete kilos. Pese a que el Sena y la Cruz Roja -dice ella- se portaron "maravillosamente", se cansó de ser una carga (eran cinco compartiendo un pequeño espacio) y se fue a buscar suerte a Santiago. "Nos vinimos con la idea de vender pasteles. No vendo mucho, pero vendo".

¿Y la tierra prometida?
Pero ¿por qué las demoras en las ayudas? La causa de la tardanza en la entrega de los subsidios de arriendo, responde la presidenta del Concejo municipal, Fanny Viviana Yáñez , es la legalización de 135 convenios con la Corporación Social Paz y Futuro, que es el operador.

Dice que el trámite es engorroso y que eso tomará otra semana más. En el caso de la alimentación, a cargo de la Dirección General de Riesgo, Yáñez responde que ya están listos 1.500 mercados. "Es cuestión de coordinar con los líderes".

Pero además de la tramitomanía, lo que a los damnificados les preocupa, es que a un año y cuatro meses de la tragedia, aún no saben, con certeza, dónde quedará el pueblo.

La ansiedad se acentuó el domingo 25 de septiembre de 2011, cuando la entonces ministra de Vivienda, Beatriz Uribe , anunció (en una reunión en el Teatro Zulia, de Cúcuta) que "luego de rigurosos estudios geológicos y geomorfológicos y de los resultados del diagnóstico desarrollado por Servivienda, la Comisión Intersectorial definió el sector Pomarroso, en la vereda Valderrama, como el sitio definitivo para reasentar el casco urbano de Gramalote", según consta en el boletín 03 de El Gramalotero.

Entonces el júbilo estalló, recuerda la líder Axthris Leni Botello . A los pocos días se armó una romería para conocer el llano. Nadie se lo quería perder. Era como ir a ver, literalmente, la tierra prometida.

"Llevamos banderas de Colombia, de Norte de Santander. Allá las clavamos. Eso fue espectacular. La gente feliz. Veían el lote y decían que era muy bonito, que tenía un mirador hermoso", recuerda Axthris.

Aquella vez se vieron reunidos, de nuevo y como en antiguo, los compadres en torno a una cerveza; las comadres, al rededor de un sancocho. Gramalote, apeñuscado en un potrero, así fuera por un día, como que resucitó.

Pero el tiempo fue pasando y la pita comenzó a enredarse. La semana pasada, es decir, siete meses después del anuncio de la Ministra, la directora del Instituto Geológico de Colombia, Martha Calvache , advirtió de la reactivación de estudios en un terreno distinto a Pomarroso: la vereda Miraflores.

La pregunta es, ¿por qué se hizo tal anuncio, si no era definitivo? Tal vez hubo "un tema de angustia de la gente, de presión sobre ese proceso. No se tuvo en cuenta la variable económica", es la explicación que da la alcaldesa de Gramalote, Sonia Rodríguez.

Pero de lo que no se ha hablado es de los habitantes rurales (el 53 por ciento de la población), labriegos que permanecerán donde están, quede donde quede el nuevo pueblo.

El problema, cuenta Orlando Rodríguez , es que esos campesinos ya no tienen con quién comercializar lo que siembran. Cuando bajan al pueblo derruido no tienen ni con quién conversar. Y eso que de a poco, algunos han venido regresando. Eso sin contar que 21 niños continúan con sus familias viviendo en la vereda Jácome, declarada en alto riesgo.

Lo último que se supo es que en cuatro meses se conocerá el terreno definitivo donde quedará Gramalote.

Pero el tiempo pasa. En 16 meses de espera han muerto 56 desplazados, entre accidentes y ancianos a los que los ha arrastrado la muerte natural y la depresión, dice Miguel Eduardo Hernández , otro de los líderes.

Según la alcaldesa, aunque no hay una cifra epidemiológica oficial de mortalidad, el número de fallecidos está por ahí, porque entre gramaloteros se conocen. "Nuestro problema es anímico. Es que necesitamos moral, es algo psicológico", prosigue Eduardo, quien duda a veces cuando le dicen que en cuatro meses se conocerá cuál será la tierra prometida.

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