Los periodistas siempre estamos al filo del error. Este es un oficio convulso. Explosivo. Diríamos, acelerado. Las noticias nos excitan. Nos la pasamos en un estado de ansiedad que podría calificarse de incurable. Es congénito. Un periodista que desprecia una noticia no es un periodista. Ahora, ¿de qué noticias hablamos? ¿A qué manera de decirlas y de darlas nos referimos?
Recuerdo una máxima de Gabriel García Márquez en un taller de periodismo: lo importante es salir bien. Pero si salimos bien y salimos primero, entonces tenemos esa doble ganancia periodística que nos pone por arriba del resto: una primicia bien dada, sólida, veraz, oportuna, irrebatible.
Aunque Gabo, el patriarca de la tribu, insistía: ojo, muchachos, ese afán por las "chivas", ese desespero por dejar a los otros atrás suele tener una factura de cobro: el riesgo de perder la credibilidad, el tino. Equivocarnos dolorosa e irreversiblemente. Embarrarla.
Acaba de ocurrirle al que es tal vez el periódico más reputado en habla y escritura hispanas: El País, de Madrid. Se estrelló contra el muro que sostenía una fotografía falsa de los estertores del presidente de Venezuela, Hugo Chávez. Una imagen que además -de haber sido cierta- violaba la intimidad de una agonía dolorosa que no requería ser publicada, aun con la necesidad informativa que tenemos todos de saber en qué estado se encuentra este personaje tan polémico de la vida y los destinos latinoamericanos.
El País erró en todas las direcciones. Incluso en la dirección de lo más importante en periodismo: la verdad. El piedefoto que acompañaba la imagen no se correspondía con las altas calidades profesionales de un diario como este. Nos decía que no había podido constatar la veracidad de la foto. ¿Cómo es posible vender un pescado tan podrido desde una de las redacciones más reputadas de Hispanoamérica? Grave que la mentira también estuviera alojada en la ligereza de la imagen, en su contenido cuasi patético, a partir de un material que ya corría por las redes en video. ¿Dónde están hoy los controles de verificación de un periódico que nos tiene acostumbrados a una información penetrada por el rigor y los dientes de avezados editores? Ese salto al vacío nos dejó estupefactos...
Hay quienes quieren exculpar al diario sosteniendo que salió prontamente a rectificar su equivocación. Que lo hizo con decoro y rapidez. Que lo hizo con humildad y sin rodeos. Que lo hizo pública y masivamente. Pero es que ese error, con los filtros y los estándares periodísticos a los que nos tiene acostumbrados El País, no debió engendrarse nunca. Decía Gabo: de esas chivas queda un cansancio solo comparable con bajar y subir del infierno en el mismo día.
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