Lo último que probó en vida Luciano Gil Botero, a falta del whisky que no había, fue un guaro servido en copa. A las 8:15 de la noche del viernes 9 de enero de este año, estaba sentado en un bar de la carrera 70 con calle 18, a expensas del verano que se paseaba en frente del Aeroparque Juan Pablo II.
Allá había llegado para cumplirle una cita, según sostuvo la Fiscalía durante el proceso, a su socio y amigo entrañable, Oliver Villa Flórez, quien se refería a Luciano como tío o papá.
Pero Oliver nunca llegó y mientras Luciano quemaba tiempo haciéndose lustrar los zapatos, un hombre joven se acercó y le descargó cuatro disparos con pistola 9 milímetros, según las vainillas halladas en el lugar.
Con paso apresurado, el muchacho caminó hasta la avenida, donde lo esperaba un cómplice en una motocicleta al parecer AX-100 negra, dijeron algunos testigos. En un abrir y cerrar de ojos, no había moto, no había sicarios, no había nada.
El homicidio hubiese pasado desapercibido, si Luciano no fuera el hermano del presidente del Concejo de Estado de ese entonces, el magistrado Enrique de Jesús Gil Botero, miembro de una familia prestante y conocida del presidente Álvaro Uribe.
Al día siguiente, un grupo especializado de la Dijín, en cabeza del brigadier general Rafael Parra Garzón, sub director de la Policía Nacional, llegó a Medellín y, en pocas horas, ya ofrecía una recompensa de 70 millones de pesos por información que llevara a encontrar a los veloces motorizados.
Luciano no tenía amenazas ni negocios chuecos que se le conocieran, dijo en su momento Parra Garzón. Sin embargo, un detalle hizo que las autoridades dudaran de Oliver, quien llegó a la Clínica Las Américas pasada la media noche, en estado de embriaguez, nervioso y reacio a las preguntas, según quedó consignado en la entrevista que rindió al CTI de la Fiscalía.
Aunque eso no necesariamente lo implicaba, el viernes pasado, el Juez Décimo Penal del Circuito, despacho que condenó a Oliver como autor intelectual del homicidio, llamó la atención sobre ese aparte.
"Fíjese que a las 9:30 se entera y (...) sólo hasta después de la media noche atisbó adonde podía estar agonizando su amigo. Debe ser que no tenía tiempo", dijo.
No obstante, Oliver siempre insistió en que era inocente y que su judicialización respondió al deseo de dos testigos de recibir la recompensa.
Ahí es donde aparecen dos jóvenes que le abrieron a la Fiscalía el camino para hilar fino en busca de información. El primero de ellos, 'Totono', compareció apenas unos días después de la muerte de Luciano.
"Un amigo mío que le decían el 'Gordo' (asesinado días después), nos contó que el señor Oliver Villa lo había mandado a matar (a Luciano), por una deuda que tenía con él, por el negocio de una discoteca", dijo.
Según se supo después, Luciano y Oliver, además de amigos, eran socios. Éste último le debía al hermano del magistrado 27 millones de pesos.
La cita que tenían en el bar de la carrera 70, aseguró una persona allegada a Luciano, era para celebrar que Oliver había vendido la discoteca 'San Angelo', que los dos tenían en sociedad, por lo menos de palabra, en el barrio Paris de Bello.
Y luego aparece el segundo testigo clave, quien entregó un detalle escabroso sobre la supuesta planeación del asesinato. La conversación tiene lugar presuntamente dentro de un vehículo y en ella participan: el 'Gordo', Oliver y Carlos Andrés López Gaviria, un joven de 25 años a quien condenaron, junto con su hermano Juan Camilo, como autores materiales del crimen.
"Comenzaron a hablar del homicidio de un hombre pero yo no sabía de quién se trataba. El 'Gordo' molestaba a Oliver diciéndole que era mejor no prestarle plata porque luego lo mandaba a matar a uno y lo decía riéndose y Oliver también se reía", dijo.
Sin embargo, el mismo día de la captura de los hermanos Gaviria, este segundo testigo, apareció con una versión inconexa según la cual, "todo lo había cuadrado con 'Totono' para cobrar la recompensa". Además, aseguró que en su primera declaración había llegado "trabado".
La defensa de los hermanos López Gaviria afirma que no es posible demostrar la culpabilidad de Carlos Andrés y Juan Camilo, cuando este último testigo afirma que "en ese momento lo vi demasiado fácil e intenté tomarla (la recompensa)".
Pero, ¿es cierto que el testigo estaba "trabado" en su primera versión? "Para nada, yo fui la que tomé la declaración. Esa es una argucia. Si yo veo que aquí viene una persona borracha o trabada, no le tomo una declaración", dice una Fiscal.
La funcionaria agrega que no es que el testigo se retracte. "Es falso. Él lo que dice es que lo que declaró no lo vio, no le consta, porque no fue testigo presencial. Pero él se reafirma en que se lo escuchó al 'Gordo'".
Para la Fiscalía la investigación fue sólida. "Todo es un rompecabezas que comenzó a cuadrar. Se trata de una hipótesis delictiva que se afianza con que Oliver es quien cita a Luciano. Que además de que lo cita, no va al lugar. Coloca a Luciano en el sitio. Los sicarios para ir, es porque sabían que allá iba a estar".
Pico y Placa Medellín
viernes
0 y 6
0 y 6