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Los derechos sexuales tienen ventajas... y peligros

11 de agosto de 2012
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Desde hace un tiempo circula por internet el “Programa Nacional de Educación para la Sexualidad y Construcción de Ciudadanía”, (junto con un mensaje recolectando firmas para oponerse al mismo). Se trata una iniciativa del Ministerio de Educación y el Fondo de Población de las Naciones Unidas, UNFPA, cuyo propósito es que el sector educativo implemente y sostenga una “política de educación para la sexualidad, con un enfoque que permita el ejercicio de los derechos humanos, sexuales y reproductivos” por parte de todos los estudiantes.

Entre varios conceptos objetables, este Programa considera que... “la escuela puede y debe desempeñar un papel primordial en el desarrollo de competencias que promuevan en sus alumnos el ejercicio libre, saludable, autónomo y placentero de su sexualidad”. ¿Pero no debería incluirse, ante todo, que ese ejercicio sea responsable y ético?

Auque el Programa tiene de positivo que aboga por el respeto a las personas con identidades sexuales diferentes, contiene planteamientos peligrosos. Por ejemplo, establece que “los niños, niñas, jóvenes y adolescentes son sujetos sociales activos de derechos sexuales” pero no menciona para nada los deberes que les corresponden en virtud de ellos. Y promover derechos sexuales sin incluir los principios que deben regularlos abre la puerta a que se cometan toda suerte de atropellos en este sentido.

Además, asignarles a las instituciones educativas la función de educar sexualmente a los alumnos, conforme a los parámetros dispuestos por el Ministerio de Educación y el UNFPA, es ignorar el derecho de los padres a formar a sus hijos de acuerdo con sus creencias y valores morales. Son ellos, no tales instituciones, los que sufrirán y responderán por los problemas que les acarree a sus hijos el ejercicio de su sexualidad en forma “libre, autónoma y placentera”.

El Programa afirma también que los niños, niñas y los jóvenes, en virtud de sus derechos sexuales deben participar en condiciones de equidad en la toma de las decisiones que afecten su vida sexual, ignorando que no tienen la madurez para evaluar sus consecuencias, además de que crecen sumergidos en una cultura mediática erotizada que prioriza el placer sobre el deber. De ahí que lo que regirá sus decisiones en esta materia serán las presiones de sus apetitos y de su grupo, sus pares, así como las delicias que les promete lo que ven y escuchan en los medios.

Otorgarles a los menores de edad voz y voto en decisiones “de vida o muerte” como son las que tienen que ver con su sexualidad, cuando aún no pueden responder por sus consecuencias es, a mi juicio, absurdo. La intimidad sexual, por ser un encuentro que puede llevarnos tanto a crear una vida como a arruinar la salud y por ende la vida, tiene el potencial de ser una experiencia grandiosa tanto como de ser devastadora. Y por eso debe estar regulada no solo por programas de organismos internacionales y gubernamentales sino, ante todo, por principios éticos que favorezcan la integridad física, emocional y espiritual de los seres humanos.

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