Zeus, un perro tierno, dócil y a veces juguetón, es la mascota de Alejandra Gutiérrez , una joven de Medellín que siente en él al amigo más leal y con quien pasa la mayor parte de su tiempo libre. Pero el animal tiene lo que para muchos es un "defecto": es de raza Pitbull, considerada en las leyes colombianas como potencialmente peligrosa.
Alejandra siente que nada más falso que eso. "Mi Zeus es muy calmado y todos lo quieren, nunca ha mordido a nadie", dice y añade que en su unidad no la han molestado por eso, aunque no falta el que se muestra temeroso o esquivo con su animal.
"Si me llegaran a decir que debo sacar el perro me iría con él, es parte de mi familia", recalca, sin considerar que la casa la están pagando sus padres. El amor por Zeus va más allá de toda consideración.
El temor de algunas personas que tienen perros de razas consideradas bravas o agresivas se activó esta semana, cuando la Corte Constitucional, en una sentencia, les recordó a los administradores de urbanizaciones que es de su potestad prohibir la tenencia de mascotas, pero siempre que lo tengan estipulado en sus reglamentos y manuales de convivencia.
Es decir, los perros de estas razas ni ninguna mascota están prohibidos por ley en las urbanizaciones, pero las que consideren que deben implantar la restricción pueden hacerlo siempre que lo tengan estipulado por escrito y que al dueño de una mascota implicada en un episodio violento se le siga un debido proceso.
En la sentencia aludida, la Corte le dio la razón a un ciudadano de Barranquilla, a quien la administración de su unidad le decretó la expulsión de su Rottweiler por el simple pedido de un vecino que lo consideraba peligroso y con quien tuvo un incidente.
La Corte precisó que no se puede expulsar a un perro de una unidad si en los reglamentos internos no existe la prohibición escrita. Al ciudadano no se le escuchó su versión y la unidad, autonómamente, tomó la decisión.
¿Qué pasa en Medellín?
En Medellín, los perros en general, grandes y pequeños, de razas llamadas bravas, mansos o simplemente criollos, constituyen uno de los problemas más frecuentes en las unidades residenciales.
Así lo afirma Alfonso Álvarez López , director ejecutivo de As Urbe, que agrupa a 746 copropiedades y un total de 7.543 apartamentos. Los conflictos se dan especialmente por el abandono de los excrementos de los animales en las zonas comunes y por el ruido que hacen las mascotas sea ladrando o "chillando".
"Yo digo que la gente tiene que ser consciente de que la relación del ser humano con los perros ha cambiado, antes eran simples guardianes, ahora son miembros de la familia y eso hace más complejo cualquier incidente", añade.
Sostiene que en realidad no son muchos los problemas por mordeduras o agresiones, "sólo que cuando se dan casos se hacen muy visibles por el escándalo", puntualiza.
As Urbe no lleva estadísticas de estos hechos, sobre todo porque generalmente no pasan a mayores y los resuelve la unidad internamente.
Tampoco conoce alguna urbanización donde exista prohibición expresa de que se tengan mascotas.
"Me iría con Yago"
Angélica Peláez , administradora del conjunto Vegas de Zúñiga, sostiene que en su unidad no se han presentado incidentes graves con perros ni otros animales, pero sí admite que el 90 por ciento de las mascotas son mal manejadas por sus dueños.
"El único problema fue hace dos años con un perro grande que mordió a uno pequeño; ese perro también le ladraba a toda la gente y en los ascensores era agresivo. Hablamos con el dueño para que le pusiera bozal y lo mantuviera con cadena, era un caso difícil y el final él se lo llevó", detalló la señora Peláez.
En su unidad, que tiene 116 apartamentos, hay una zona común para mascotas, donde ellas deben ir con sus amos a airearse y hacer sus necesidades fisiológicas. Ello no implica que pueden hacer lo que quieran, pues siempre los animales deben tener un control, "muchos amos se relajan y no recogen ni los excrementos, y es una obligación", precisó.
En esta unidad hay un Pitbull. Se llama Yago y su amo es el joven Luis Miguel Restrepo , quien lo tiene desde que era cachorro y lo define como un perro manso y tranquilo.
Afirma que la bravura del perro va en la crianza y el manejo que hagan de él: "Hay perros entrenados para ser agresivos. Cuando yo tenía dos años me atacaron varios perros de una finca y casi me matan, pero fue culpa mía, no de ellos", comenta y muestra en su cabeza las huellas de las mordeduras.
Aún así, dice no tenerles miedo a los perros. En Vegas de Zúñiga, él siente que lo ven con recelo, hay vecinos que lo esquivan cuando está con Yago y aunque trata de entenderlos, no deja de fastidiarse.
"Yo le tengo la correa corta, le pongo bozal y nunca lo suelto, pero el bozal lo ahoga entonces a veces mejor lo llevo a la calle". Dice que si echaran el perro él se iría de allí.
Por Orión y Venus
A Johanna Villegas , otra joven que vive en unidad y tiene una Bull Terrier de nombre Venus y un Pitbull de nombre Orión, ya le dijeron que tiene que sacar el perro.
Ella, conocedora de la ley, no renuncia a ellos. Incluso se los llevó 15 días a una finca, pero casi se mueren sin ella, entonces los regresó a su casa. Pide tolerancia y respeto como miembro de una comunidad.
Alfonso Álvarez , de As Urbe, es consciente de que hay resistencia de algunas personas a convivir con mascotas y a la vez amos muy irresponsables. "Es ahí cuando se arma conflicto".
La idea es fomentar la tolerancia y la responsabilidad. Es decir, el dilema tiene solución. La educación es clave.
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