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Los silencios de Greenspan

13 de octubre de 2008
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Hace seis meses Alan Greenspan era la vedette en los Estados Unidos. No había programa de televisión, de radio, entrevista periodística o foro empresarial que no buscara su presencia y su críptico mensaje. Se le escuchaba como la voz iluminada.

Además, por esa época, publico su libro de memorias sobre los años que estuvo a la cabeza del Federal Reserve Bank ("The Age of Turbulence") del que se vendieron millones de copias.

En las últimas semanas sin embargo (las de la terrible crisis financiera) Greenspan ha desaparecido de los titulares, de las pantallas y de los micrófonos. Ha entrado en un silencio absoluto.

Este silencio no es fortuito. El epicentro del gigantesco terremoto financiero que ha conmocionado al mundo y que ha estado a punto de derrumbar las instituciones económicas de los Estados Unidos se ubica en los años en que Greenspan regentó los destinos del Federal Reserve Bank.

A la raíz de la crisis financiera están las desmesuras del crédito hipotecario que condujo a la emisión de miles de millones de hipotecas contaminadas -irresponsablemente emitidas y peor empaquetadas- que hoy pesan como piedra de molino al cuello al balance de muchos bancos norteamericanos y europeos.

Y al origen de este festival hipotecario está la política laxa e indiferente sobre el mercado inmobiliario de los Estados Unidos orientada por Alan Greenspan desde el Federal Reserve Bank.

Las cifras y los datos están saliendo a rodos por estos días. Bancos que ni siquiera prestaban ellos mismos para los desarrollos inmobiliarios sino que de una manera antiprofesional encargaban a corredores para que otorgaran estos créditos. Estos corredores ganaban comisión por cada crédito que colocaban, indiferentemente de la condición y capacidad de pago del deudor. A más crédito, más comisiones. Y mientras tanto el Banco de la Reserva Federal mantuvo tasas de interés anormalmente bajas que no hicieron otra cosa que estimular la especulación inmobiliaria.

En un momento dado Greenspan acuñó un célebre chascarrillo (expresión que después se vino a saber que ni siquiera era de él sino del economista Robert Shiler) según la cual, lo que se estaba viviendo era una "exuberancia irracional" en los mercados. Pero el Federal Reserve de Greenspan tampoco hizo nada fuera de reciclar el chascarrillo ajeno. Y dejó crecer la burbuja hasta que ésta estalló dramáticamente.

Hay que abonarle al Banco de la República de Colombia que desde hace más de año y medio comenzó a tomar medidas eficaces (a pesar de que le llovieron rayos y centellas desde las más encumbradas oficinas públicas y privadas) para desactivar la burbuja inquietante que venía formándose por el crecimiento anormal del crédito de consumo.

Los bancos centrales no se han inventado para echar a correr chascarrillos sino para evitar a tiempo las burbujas especulativas. Que siempre preceden los colapsos financieros.

Y eso fue lo que no hizo Greenspan. De allí su silencio sepulcral en estos días.

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