Nicolás Maduro se juramentó ayer como presidente de Venezuela con tres horas de retraso, rodeado de lo más selecto del chavismo y bajo la sombra de quien considera su padre, el fallecido mandatario Hugo Chávez.
En su discurso de posesión de casi dos horas, que pudo haber sido el más importante de su carrera política, el hoy Presidente hizo constantes alusiones a su mentor y a sus diferencias con la oposición pero pocas sobre los problemas que hoy aquejan a Venezuela, país sumido en una crisis económica, ideológica y de orden público.
Dijo que está dispuesto a dialogar con Henrique Capriles, para que "cese en su odio" y con quienes votaron en su contra en las elecciones, pero minutos después llamó al opositor el "nuevo Carmona", en alusión a Pedro Carmona, efímero presidente autoproclamado durante el fallido golpe de Estado de 2002.
"Estoy dispuesto a conversar hasta con el diablo, que Dios me perdone, hasta con el nuevo Carmona si es necesario para que cese en su odio contra mí, contra el pueblo, para que cese en su intolerancia", afirmó Maduro durante su discurso de investidura, en compañía de mandatarios como el colombiano Juan Manuel Santos, el cubano Raúl Castro y el iraní Mahmud Ajmadineyad.
El nuevo presidente también tendió la mano a quienes votaron en su contra en las elecciones del domingo: "Las elecciones pasaron, hay saldos dramáticos de la violencia, yo a ustedes los llamo a todo el pueblo a los hombres y mujeres que por alguna razón votaron contra el candidato de la patria y contra este proyecto de democracia y de socialismo", añadió el líder.
Pero mientras pronunciaba esas palabras, un estruendoso cacerolazo sonaba en toda Caracas. El líder de la oposición le había pedido a sus aliados que durante la asunción de Maduro pusieran música de salsa y batieran cacerolas a todo volumen.
"Que se oiga ese Salserolazo en toda Venezuela… La voz del Pueblo… El Gobierno ‘mientras tanto’", escribió Capriles en la red social Twitter, esperanzado en una auditoría de votos que le permitiría revertir los resultados de los comicios más reñidos en la historia reciente del país.
En un espaldarazo regional, los presidentes sudamericanos se reunieron el jueves por la noche con Maduro en una cumbre extraordinaria en Lima. Aunque lo respaldaron, también le pidieron que bajara el tono de la pugna con la oposición, que ha manifestado que no reconocerá al mandatario hasta que se verifique el 100 por ciento de la votación.
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