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HISTÓRICO
María Elena relató la pesadilla de 36 horas de secuestro
Rodrigo Martínez | Publicado

Con buen humor, pero con el trauma que le dejó en su mente la pesadilla del secuestro, María Elena Ospina Restrepo, hermana del jefe de debate en Bogotá de la candidata presidencial Noemí Sanín, Juan Manuel Ospina y viuda del rejoneador Oky Botero, contó cómo vivió ese flagelo, luego de que hombres armados la sacaron el viernes en la noche de su finca La Torre, en el corregimiento Puente Iglesias, del municipio de Fredonia, Suroeste del departamento.

Este lunes, en medio de la tranquilidad de su apartamento en el barrio El Poblado, de Medellín y rodeada de sus amigas, María Elena, nieta del ex presidente Pedro Nel Ospina, no sólo no dejó de narrar el calvario que padeció en medio de empinadas peñas mojadas y resbalosas, por las que rodó varias veces, sino que buscó unos minutos de distensión relatando las anécdotas que generaron su plagio.

Una de ellas fue la que ocurrió con sus perros, que cuando no la vieron en la cama el sábado en la mañana, y sus trabajadores aún no sabían lo que le había ocurrido, se perdieron de la finca. El mayordomo, una vez conoció la extraña desaparición de su patrona, hecho que denunció ante la Policía, le pidió a un vecino que le ayudara a buscar los animales y este campesino se llevó tremenda sorpresa cuando los encontró peñas arriba, siguiendo el rastro de María Elena.

Esta mujer, que a pesar de tener 71 años, respira vitalidad y optimismo, no dejaba de agradecerle a la Policía, al Ejército y al Gobierno Nacional, lo que hicieron por ella.“Nunca me imaginé tanta solidaridad, tanta entrega por parte de la gente que salió a buscarme”, anotó al recordar que fue plagiada pasadas las siete de la noche por dos hombres encapuchados y vestidos con prendas de uso privativo del Ejército, quienes la sorprendieron cuando veía televisión y le dijeron que eran del frente 23 de las Farc y que se la llevaban, porque era un caso de secuestro extorsivo y que si pagaban no le pasaría nada.

“Apenas me dijeron esas palabras grité, pero me taparon la boca y salieron con migo y me condujeron por un camino escabroso, oscuro, empinado y lleno de rocas sueltas, claro que antes me indicaron que debíamos caminar, porque no apareció el camión que habían planeado para sacarme de la región. Ya no eran dos los secuestradores sino que llegó uno más”.

A las tres de la mañana, siguió la narración, llegamos a la orilla de una quebrada donde pusieron un plástico y me dijeron que ahí tenía que dormir. “Les dije que me iba a quitar los zapatos y me indicaron que no, porque de pronto teníamos que salir corriendo”.

Cuando salió el sol, me dejaron con un tipo a quien, a la hora del desayuno, le manifesté que tenía hambre y me dio dos tajadas de pan con agua. Luego a la hora del almuerzo me repitió la dosis y, al llegar la noche, le volví a recordar que tenía hambre y me contestó: qué pena se acabó la comida”, agregó.

Maté el tiempo quitándome los cadillos de la ropa y luego me acosté, así, pasada por el hambre. En la madrugada escuché un silbido muy débil y se trataba de la clave de estos hombres para comunicarse. En medio de la oscuridad apareció otro con

una linterna y me quitó el plástico que me servía de cobija y ese fue el instante que más terror me causó, porque ese sujeto traía noticias sobre mi suerte.

Empecé a temblar, mientras que se escuchaba el sobrevuelo delos helicópteros”. Sin embargo, el hombre, acosado por la cercanía de las tropas, le informó que el jefe le había mandado a decir fracasaron y que,  por su valentía, había decidido soltarla.

“El temblor no me dejó parar y el secuestrador me ayudó”.Como a las tres y media de la mañana del domingo, María Elena recuperó la libertad y sus plagiarios le señalaron el camino que debía de tomar rumbo al corregimiento Marsella, de Fredonia.

La liberada caminó en medio de la oscuridad por entre las peñas y para alejarse de ese lugar se tuvo que arrastrar y gatear hasta que resbaló de nuevo, pero esta vez el golpe la dejó atontada. Volvió en sí y decidió no moverse de este sitio hasta que despuntara el día.

Con los primeros rayos del sol reconoció  una curva de la vía a Marsella y escuchó que subía un carro. “Allí me ocurrió otra anécdota”, evocó y soltó una sonrisa.

“Pasaba un camión con el letrero de la Policía. Le hice señas al agente conductor y, seguro, pensó que era una vieja loca de esas que caminan por las carreteras y siguió su viaje.

Al final arribé a la finca Peña Alta y apareció en ese momento el camión que recoge la leche en La Torre y le dije al conductor que me llevara a la finca, que yo estaba secuestrada y necesitaba bañarme y organizarme. Entones el camionero me dijo que antes había que informarle a la Policía y, camino a La Torre, nos encontramos a los agentes que me buscaban y me aconsejaron que más bien fuéramos al Comando de Fredonia, porque de mi cabeza salía sangre, producto de la caída y no me había dado cuenta. Llegamos a la estación de la Policía y allí me revisó un médico quien me curó la herida y me dijo que tenía alta la presión. Luego me dieron café con los buñuelos más ricos del mundo”, destacó.

Cuando Maria Elena volvió a su finca la sorprendió la visita del comandante de la IV Brigada, del comandante de la Policía Antioquia, el jefe de la Regional VI de la Policía y otras autoridades. Pero su sorpresa fue mayor cuando recibió las llamadas de felicitaciones del Presidente, Álvaro Uribe, del Ministro de la Defensa, Gabriel Silva, y del directos de la Policía el general Óscar Naranjo.

María Elena, aferrada a la Virgen de los Desamparados, que los jesuitas le regalaron a su abuelo Pedro Nel Ospina (presidente de Colombia 1922-1926) y la cual adorna la sala de su apartamento, no dejaba de darle gracias a quienes intervinieron en su liberación y con oraciones imploraba por la pronta libertad de todos los secuestrados, porque la corta pesadilla que vivió, le mostró la crueldad de este delito y el trauma que deja en las víctimas y sus familias.

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