A Christian le hace falta, mucha, el olor del patacón con hogao. Diana no ve la hora de volver a pedir una arepa en J&C Delicias, mientras que Juan, desde Michigan, se muere porque su olfato le devuelva al cerebro la sensación del olor a la carne asada, que por ahora conserva en el hemisferio de los recuerdos.
A ellos y a sus nostalgias, con sus diferentes formas, se suman Alessandra, en Italia, Edwin en Carolina del Norte, Diana en Sudáfrica y Andrés en Shanghai.
Colombianos que viven lejos de casa, que un día decidieron aprender o trabajar en otros escenarios y a los que la emoción se les nota al pedirles que recuerden olores, colores y sabores de la tierra que les da el gentilicio.
Todos celebrarán la independencia en sus espacios cotidianos, disfrutarán la comida típica que nunca sabe igual, pero que tiene algo de Colombia al final de cuentas y de platos.
Ellos nos contaron cómo es la Colombia que sueñan, qué personajes los hacen hablar con orgullo del país y sobreponerse a los prejuicios que los reciben en todos lados y que con el tiempo ellos diluyen con frescura, amabilidad y calidez.
A propósito de calidez, no la encuentran en sus actuales ciudades y por eso añoran las sonrisas sinceras en la calle y la amabilidad de los extraños.
Todos valoran las condiciones laborales de los países que hoy habitan, así como la calidad de vida que, saben, se tardarían en alcanzar en este, su país de origen.
Mi sueño Colombia es para ellos y esos casi cuatro millones de colombianos que hoy celebran el deseo de volver a casa.
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