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Mirar con el cuerpo al revés

El colectivo El cuerpo habla propone De-Cápita, un performance en el que 38 personas se ponen de cabeza, desnudos, para darle al mundo una mirada desde otro lugar.

  • Mirar con el cuerpo al revés | El performance cuenta con el apoyo de una beca de Iberescena y se hace en coproducción con Costa Rica. FOTO HENRY AGUDELO
    Mirar con el cuerpo al revés | El performance cuenta con el apoyo de una beca de Iberescena y se hace en coproducción con Costa Rica. FOTO HENRY AGUDELO
15 de agosto de 2013
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La tela en la cintura. Los senos descubiertos. La cabeza con el pelo hacia los hombros. Se fueron los de la escalera y, de pronto, hizo el giro: los senos tapados, la cara tapada, el pelo hacia el piso, el pubis descubierto. Los pies también.

Lina Loaiza puede estar de cabeza unos 30, 35 minutos. Se lo han dicho los ensayos, que empezaron hace cinco meses. No obstante, esta noche, cuando sean la 7:00 y los 35 integrantes del performance De-Cápita se pongan todos de cabeza al mismo tiempo, espera que sean más minutos, quizá como Gelman Avendaño, que se duerme a ratos y es capaz de resistir más de 50. Es de los últimos que se baja. "Es de meditar y tranquilizarte, para manejar el dolor", comenta él.

Gelman y Lina se cuelgan diferente. Él de los pies, como los demás. Ella, de la cintura. Una de sus piernas está amputada. El performance, para ella, es parte de esos trabajos que ha hecho para tratar "el asunto de mi amputación. Mostrar ese cuerpo que la sociedad ha tendido a ocultar. Yo lo quiero hacer evidente". Nunca ha dejado de ser.

Es el último ensayo, el primero del día. Se pone de cabeza sin que nadie más lo haya hecho, aunque estén listos.

El proceso
De-Cápita es una puesta en escena con dos miradas, dice Ángela Chaverra, la directora. El estar de cabeza y, también, "la mirada al cuerpo violentado, mutilado, descabezado. La idea de descabezarnos es darle premisa a otros lugares del cuerpo. Colgarnos es un acto de mirar el mundo desde otro lugar".
El performance es una propuesta de El cuerpo habla, un colectivo que tiene cinco años, está conformado por profesores y estudiantes de la U. de A., que ya ha contado otras historias: Molé que molé (unas mujeres que molieron y molieron hasta deshacerse, casi) y Derretear (un tema como el cambio ecológico). El último fue Vadear. Rodaron por La Playa, con unas trusas y un talego blanco que les cubría la cabeza.

De-Cápita sigue con esa idea del cuerpo que les interesa, dentro del que proponen dos componentes, la resistencia física y la vital. "Nosotros -precisa Ángela- trabajamos con la acción, con la carne, con el crear una comunidad más incluyente. Mira que los cuerpos son diferentes. Hay gordos, flacos, bajitos, altos, negros, blancos, indígenas".

Por eso no solo se ponen de cabeza, sino que se cuelgan desnudos, con la idea de despojarse del dolor, de la rabia, del miedo y, además, de estar abierto frente al otro. "El desnudo aquí busca otro tipo de comunicación con la gente. El cuerpo es sagrado, pero es algo bello", explica Pamela Jiménez, bailarina, de Costa Rica. Esta producción la hacen con artistas de ese país. Cuatro vinieron esta vez. Cuatro irán de Colombia, para repetir el performance allá.

Los entrenamientos han sido fuertes. Han trabajado la resistencia, la flexibilidad. Han conversado con médicos. Han hecho clases de meditación. Al espacio, los Talleres del Ferrocarril de Antioquia en Bello, lo revisaron los bomberos. Nada está al azar, aunque cada quien lo sienta distinto, cada vez.

"Las sensaciones son diferentes. Tú ves el mundo de otra manera, escuchas y respiras distinto. Todos los sentidos se te abren y ubican en otra posición no usual. Los oídos pitan un poco, la sangre se te sube a la cabeza", cuenta Blais Restrepo.

Todos hablan del dolor y esa búsqueda por controlarlo. Por saberse vivos. Por mover, como les aconsejó el doctor, esos deditos para que no haya peligro. "El dolor es bueno porque te avisa, te dice que algo pasa", señala Pamela. Hasta que llega ese momento en que no se puede más. Se bajan, la tela cae. Se quedan en el suelo, esperando que la cabeza vuelva a enderezarse.

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