El evangelio de hoy se ambienta en la "comarca de Tiro y Sidón" (es decir en tierra pagana), unos nombres que pertenecen a la historia antigua y que lamentablemente hoy son actuales por los problemas sangrientos de aquellos países.
Nosotros, los cristianos, reconocemos la presencia de Dios que se hace presente en todas partes, sin hacer diferencia de raza, lengua o nación.
En él reconocemos la llegada de la salvación de Dios, totalmente gratuita y la revelación de su bondad incondicional. La lección de universalismo que subraya este evangelio es también resaltada por el profeta Isaías: también a los extranjeros "los conduciré a mi Monte Santo y los llenaré de alegría en mi casa de oración".
Jesús no impone a los paganos la obligación de hacerse judíos.
Dios mira y actúa en el silencio del corazón de los hombres. Cada uno está obligado a aceptar a Dios en su corazón y en su vida en la medida en que Dios se le haya manifestado. Esta revelación de Jesucristo lleva al amor y la confianza, no al temor y al miedo por un Dios que se revela imperfectamente en nosotros a través de la conciencia. Sólo Dios lee en los corazones. Sólo él sabe quien se abre con docilidad a las llamadas del amor y quién no.
Lo que caracteriza a un cristiano frente a los que no lo son es la vida según el Espíritu en la fe, esperanza y amor, es decir, el cristiano está bañado por el humanismo integral.
La universalidad del Reino de Dios no debe confundirse con la universalidad de la Iglesia. No es cuestión de números y estadísticas de bautizados ni de cuántos van a misa un domingo, sino de personas que viven en una actitud sincera y humilde ante Dios como la mujer "cananea", es decir, la fe en Dios es perfectamente compatible con una situación de paganismo.
No creamos que porque conocemos dónde nació Jesús o cómo vivió, o porque somos muy cercanos a la vida parroquial o social, o porque nos llamamos cristianos, todo esté resuelto en favor de nuestra pertenencia al Reino. No señores cristianos… Dejemos a un lado tanta manía cristiana.
Dios tiene sus caminos para que ninguna "cananea" se quede con las manos vacías teniendo una "fe tan grande". La fe elimina las barreras raciales y religiosas. La fe es dejar que Dios obre como mejor le plazca. Nada tan difícil como romper las fronteras de los prejuicios y del orgullo religioso.
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