" El mayor desorden de la mente consiste en creer que las cosas son de cierta manera, porque nosotros deseamos que así sean ". Jaques Bénigne Bossuet.
Cuando se publique esta columna, ríos de tinta y de saliva habrán corrido sobre la denuncia del gobierno de Colombia sobre la presencia, no pasajera, de miembros de la cúpula de las Farc en Venezuela. Muchos, sobre todo los interesados en que se materialice desde ya una fractura entre Santos y Uribe, dirán que fue una torpeza, una acción irreflexiva de un presidente pendenciero que como va de salida puede darse el lujo de ser irresponsable, pero especialmente que esta insensatez le daña el caminado al entrante presidente en su marcha al restablecimiento de relaciones normales con el gobierno de la Cuba continental.
No puedo negar que pudo ser "diplomáticamente" inoportuno el aviso, que por cierto no sé qué tiene de novedoso, pues es cosa sabida desde hace años la permanencia de miembros de las guerrillas en países vecinos para esconderse y para sus actividades de narcotráfico, pero aunque no me alegra la forma en que se desarrollaron los hechos, no estoy de acuerdo con quienes sostienen que este episodio acabó con las esperanzas de una reconciliación con el presidente vitalicio de Venezuela, sencillamente porque creer en ello era una ilusión peligrosa, propia de crédulos, que muchas veces son más nocivos que los incrédulos.
Advirtiendo que no me agrada que no haya relaciones normales con Venezuela por lo que implica este país para el nuestro, creer que las relaciones con el gobierno chavista iban a cambiar porque el presidente Uribe dejaba el cargo y porque el entrante había invitado a su posesión al líder de la revolución socialista del siglo XIX, perdón del XXI, es una muestra de perniciosa inocencia y de desconocimiento de la realidad, tan molesta para los idealistas. Yo no voy a entrar en discusión sobre otros aspectos de la virginidad, pero en política, estoy de acuerdo con Voltaire cuando dijo que "Una de las supersticiones del ser humano es creer que la virginidad es una virtud".
Sobredimensionar las posibilidades de restablecer relaciones con Venezuela porque se invitó a alguien que ni siquiera se sabía si asistiría, es tan equivocado como subestimar el peligro que representa para este país el actual gobierno venezolano. Sé que el bolsillo es el órgano más sensible del cuerpo humano y eso podría explicar por qué cuesta tanto entender que el problema entre los dos países, incluso puede agregarse Ecuador en esta situación, no depende de quien sea el presidente de Colombia, a menos que fuese un miembro de las Farc, de algún sector del Polo Democrático o de sus ramificaciones de otros colores.
Así este episodio no se hubiese dado ahora, era solo cuestión de tiempo que un incidente, aun sin importancia, o simplemente como resultado de la responsabilidad que tiene el gobernante de Colombia de defender la dignidad y los intereses del país y de combatir a la narcoguerrilla, hubiese dado pie al tirano venezolano para desatar su perorata contra Colombia. ¿Por qué cuesta tanto entender que el régimen absolutista de Venezuela necesita de enemigos para seguir justificándose? ¿Por qué cuesta tanto entender que Hugo Chávez no está triste con la llegada al poder de su antiguo adversario, Juan Manuel Santos? La pelea solamente se adelantó y para suerte de Santos, no va a quedar él como el que la empezó.
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