viernes
8 y 2
8 y 2
Con una buena mezcla de concepto, filosofía y arte, la esperanza ha regresado a múltiples comunidades complejas en Sudáfrica, Brasil, Panamá, Argelia, México, Noruega, Berlín y España.
Lo que Pahg, rDick, Purone, Arkoh y Derko empezaron a plasmar en los muros del barrio cuando eran niños, hoy es todo un trabajo depurado con profundo sentido social y gran reconocimiento internacional.
Las obras del grupo Boa Mistura (buena mezcla, en portugués) se destacan, más allá de la belleza estética, por su influencia en la comunidad.
Se trata de un colectivo de artistas urbanos que nació a finales de 2001 en España, con unas visiones distintas que se influencian y se mezclan a favor de un resultado único.
Ellos son el ingeniero de caminos Rubén Martín, el publicista Pablo Purón, los licenciados en Bellas Artes, Pablo Ferreiro y Juan Jaume, y el arquitecto Javier Serrano, quien en entrevista con El Colombiano habló de sus orígenes, lo que los motiva, el trabajo con la comunidad y el sueño de venir a Medellín.
¿Cómo surge este grupo de arquitecto, ingeniero y artistas?
"Es muy sencillo. Somos amigos de la niñez y la adolescencia. Nos conocimos, dos, desde los 4 años y los otros desde los 10 años, somos del mismo barrio, amigos comunes. Lo que nos unía a los cinco es la pasión por el grafiti. Ese fue el nexo común, compartíamos esta misma afición. Unos chicos juegan al fútbol los fines de semana y nosotros, como éramos malísimos en el fútbol, pintábamos grafitis".
¿Lo hacían como lo conocemos, como esa expresión libre que aprovecha cualquier muro?
"Así es. Hacíamos como la concepción que viene del grafiti. Fue en 2001, cuando después de una serie de experiencias juntos, de pintar siempre los mismos cinco, decidimos ponerle un nombre. Los grupos de grafiti tienen sus nombres, se llaman crews y cada uno tiene su nombre. Nosotros decidimos llamarnos Boa Mistura cuando todavía estábamos en el instituto, ninguno había empezado la universidad. Ni siquiera teníamos la intuición de que años después podríamos estar viviendo de esto, lo que más amamos, que es como estamos ahora. En ese sentido el nombre resulto premonitorio".
¿Empezaron desde que entraron a la universidad?
"No, ha sido algo más espontáneo. Cuando todos terminamos las carreras nos volvimos a reunir y nos enfrentamos a una encrucijada: o cada uno empieza su vida laboral o continuamos con lo que nos ha brindado tantas alegrías. Fue entonces cuando conseguimos un pequeño estudio en el centro de Madrid".
¿Este trabajo les da para vivir?
"Sí. Los limites ahí son complejos, pero para nosotros sí. Quizás nuestras necesidades son menores, es decir, hay proyectos de este tipo que económicamente no son muy rentables pero vitalmente son impagables".
Imagino que es por el significado y la filosofía que hay detrás de cada obra
"Claro. Nosotros aquí en Madrid trabajamos muy duro y por supuesto hacemos trabajos remunerados. En estos proyectos hay unas partidas de honorarios que muchas veces son muchísimo más bajitos porque si no el proyecto no saldría adelante. De hecho, hemos tenido que hacer varios de ellos sin percibir dinero. Pero luego tenemos la suerte de poder hacer equipos con arquitectos, o tenemos la suerte de que nuestro trabajo cada vez se valore más para cubrir nuestras necesidades diarias de comer y pagar el alquiler".
El trabajo para ustedes es más que dejar una marca. ¿Hay un abismo ya entre el grafiti y lo que hacen?
"Nosotros estamos ya muy lejos de esos orígenes grafiteros. En Madrid y en muchos sitios seguimos trabajando de manera ilegal, en el sentido de que no siempre tenemos un permiso. Es algo tan contemporáneo que todavía que no están definidos los límites de qué es vandalismo o qué puede aportar algo a la ciudad y nosotros somos medidos por el mismo rasero. Nuestros orígenes están ahí pero nuestros proyectos hoy son diametralmente opuestos al grafiti de donde venimos".
¿Qué significa la calle para ustedes?
"Hemos entendido con todos estos años de pintar en la calle que es un lugar maravilloso para comunicar, y que comunicarse genera un diálogo porque no hay segmentación de público, como en un museo donde entra un determinado perfil de personas, a veces incluso segmentadas por un poder adquisitivo. En la calle es un regalo para todo el mundo. Precisamente por eso tenemos que tener una fuerte responsabilidad con lo que comunicamos, con lo que ponemos, con nuestro trabajo. Este sentido no existe, quizás, en el grafiti".
¿Cuál es la dinámica cuando llegan a un lugar?
"Enfocamos cada proyecto en forma independiente, aunque algunos conceptos se van mezclando. Llegamos vacíos a los lugares. Los primeros días son de reconocimiento. En el caso de que sean proyectos largos, como el que hicimos en las favelas en Brasil, lo que hacemos es que vivimos dentro de la comunidad porque comprendemos que es la manera de entenderla mejor. Es así como nos vamos llenando, donde encontramos el soporte para intervenir y la manera cómo lo vamos a hacer. Te equivocarías tratando de llegar con una propuesta ya hecha. Hay comunidades complejas, donde te tienen que aceptar para trabajar allí. Ahí es donde concebimos el proyecto".
¿Han pensado en Colombia?
"Mil veces. Además, Medellín es de estos lugares que se nos están cruzando en nuestro camino, sobre todo en los dos últimos años. Tenemos la idea de que es un lugar efervescente, que está ahora mismo en pleno apogeo. Tenemos muchísimas ganas de ir".
¿Qué recomendación les haría a los grafiteros colombianos?
"Creo que lo más importante es la responsabilidad que tenemos en los lugares que intervenimos, la importancia del estudio y cultivar la cultura general. Por otro lado, si alguno se quiere ganar la vida así, lo único que tiene que hacer es ponerle toda la pasión a conseguir su sueño".