Diciembre se usa para evaluar lo que se hizo y lo que se dejó de hacer. Enero viene siempre con propósitos. Los retos para la administración Santos son varios en este 2012 que comienza.
La seguridad sigue siendo el principal: En la medida en que la gente da por descontado que su vida y su libertad están asegurados, aumenta su preocupación por los delitos que afectan su bolsillo. Las reducciones sustantivas de los últimos años en homicidios y secuestro obligan a focalizar el esfuerzo en el hurto a residencias, vehículos y celulares y en el atraco.
Con todo, los dos desafíos vertebrales siguen ahí: el narcotráfico, esa plaga que no se extingue, y los grupos armados ilegales, que se nutren del narco y sobreviven por su cuenta. El gobierno debe mejorar las cifras de erradicación manual, que tuvo un inexplicable frenazo el año pasado y cayó a los valores del 2005, un 70% por debajo de la meta presupuestada. Y tiene que aumentar su efectividad contra las bacrim.
Golpear a las Farc sigue siendo vital, ahora con el problemita que supone que sus dos miembros históricos, Timochenkoe Iván Márquez, están en Venezuela. ¿Se hará el Gobierno el de la vista gorda con el jefe de la guerrilla en el vecindario? A juzgar por el desconcertante silencio frente a la decisión venezolana de no extraditar a Julián Conrado , el cantante de las Farc? Y algo habrá que hacer con el Eln, que ha pasado de agache en estos tiempos. En ambos casos es indispensable que el Ejército todo, y no sólo las fuerzas especiales, opere de manera efectiva. Y para que ello ocurra es indispensable ofrecer seguridad jurídica. En otras palabras, hay que clarificar el marco legal en que opera la Fuerza Pública y fortalecer la justicia penal militar.
El Gobierno tendrá que sincerarse en materia de paz. Al Presidente se le nota a leguas el afán de impulsar un proceso con las Farc. Los cuerpos de los militares y policías secuestrados y asesinados por las Farc estaban aún calientes y Santos ya hablaba de las condiciones que deberían cumplirse para un diálogo. Todos queremos la paz, pero el afán de "pasar a la historia" puede llevarlo a cometer errores peligrosos.
En materia de economía hay tres tareas inaplazables: una, desarrollar una gran reforma tributaria que simplifique el sistema, unifique tarifas e impulse la creación de empleo formal sin reducir recaudo. Difícil pero no imposible. Otra, emprender una nueva reforma pensional que asegure por edad y tiempo de cotización la sostenibilidad del sistema. Para eso es indispensable que jueces y magistrados dejen de beneficiarse a sí mismos con jurisprudencias amañadas para garantizarse pensiones extraordinarias. Posible pero improbable. Finalmente hay que supervisar la reforma a las regalías de manera que no se frene el apoyo de las regiones a los proyectos de hidrocarburos y mineros. Lo demás será jugar sobre seguro en previsión de que la crisis europea no se agudice y que el frenazo de la actividad industrial china se prolongue en el tiempo.
Finalmente hay tareas históricas que no admiten más demora: la infraestructura nacional es desastrosa y da verdadera vergüenza; hay que impulsar la gran reforma por la calidad de la educación; hay que resolver la prolongada crisis del sistema de salud y la polémica actualización del POS es insuficiente. Y la reforma a la justicia no aguanta un intento de consenso más.
No es poquita tarea.
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