La capital del país está inmersa en una telenovela de poderes donde no se sabe qué va a pasar. Lo que sí es claro es que la víctima no es el alcalde Gustavo Petro, sino Bogotá.
Mientras se deciden las tutelas interpuestas para suspender la decisión del procurador Alejandro Ordóñez de destituir al burgomaestre, la ciudad se sigue envolviendo en manto de estancamiento y mayor atraso.
La ciudad va más allá del Alcalde, Bogotá es más que Petro, y las necesidades de los capitalinos tienen más importancia que esta pelea legal y mediática que tiene todo suspendido.
No hay duda que se cometió un exceso por parte del Procurador y que sus funciones deben ser revisadas, ya que se prestan para abusos de poder, pero la medida estaba apegada a la ley, y por lo tanto se debe respetar.
En el debate a largo plazo, es claro que el procurador es un juez disciplinario que es primera y última instancia, que cuenta con un inmenso presupuesto que invierte en tener miles de puestos que le sirven para intercambiar favores con las cortes que lo postulan y con el Senado que lo elige, y que fuera de eso no tiene ningún organismo que controle sus acciones. Pero eso lo estableció la Constitución de 1991, como también definió sus funciones.
Por eso hay que acogerse a ellas, pero dar una diferente pelea para reformar la entidad y sus funciones. Su alcance, presupuesto y dimensión debe ser disminuido, pero lo más importante y urgente es cambiar la forma en la que se elige al Procurador.
Una propuesta es que este cargo sea ternado por las Cortes y seleccionado por el Presidente, únicamente por un término, sin posibilidad de reelección. Eso ayudaría a quitarle el tinte político a sus decisiones, que deben ser únicamente jurídicas.
Pero eso se demora. Mientras tanto el alcalde Petro tiene que dejar de pensar en lo que es mejor para él y empezar actuar en lo que más les conviene a los bogotanos, y eso es que la ciudad salga de esta pelea de plazas, movilizaciones y medios que nada positivo va a ocasionar.
Petro sabe que las tutelas, la campaña ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y otros recursos jurídicos que ha utilizado, lo van a mantener en el cargo durante los 40 días que faltan para la revocatoria. Pero, mientras tanto ¿qué pasa con Bogotá?
Nadie puede asegurar que el alcalde va a gobernar mientras sigue dando esta pelea. No es creíble ya que incluso antes de la medida del Procurador, Petro había dejado una sensación de que la ciudad y el cargo le habían quedado grandes.
Ahora Bogotá va a quedar con un Alcalde que no se va pero tampoco gobierna. Y por eso es importante que Petro deje que la Justicia actúe sin presiones políticas.
Al hacerlo y acatar la destitución del Procurador, tiene mucho mayor legitimidad que entre en el debate de lo excesivo de la destitución o el gran problema de las funciones y los límites del Procurador. Y de esa manera, Bogotá puede seguir su curso y los bogotanos pueden contar con una administración que piense nada más en ellos.
Pico y Placa Medellín
viernes
0 y 6
0 y 6