El centro de la ciudad de Pittsburg, tradicionalmente una zona transitada pero apacible, se ha convertido en una fortaleza blindada para proteger a los líderes del G20, que este jueves inician con una cena de trabajo una cumbre de dos días.
Más de 65 agencias gubernamentales participan en el dispositivo de seguridad que se ha desplegado en esta ciudad del estado de Pensilvania (E.U.), no sólo para proteger a los jefes de Estado y de Gobierno, sino también para mantener bajo control a los activistas que planean protestar contra la cumbre.
A los cerca de 1.000 policías de la ciudad se han sumado un batallón de combate de la Guardia Nacional recién regresado de Irak, así como 3.000 agentes adicionales de las fuerzas de seguridad estatales y nacionales.
Ya en la cumbre de abril pasado en Londres, se demostró que los activistas contra el capitalismo y la globalización consideraban al G20, que incluye países en vías de desarrollo e industrializados, tan culpables de los males del capitalismo como a los países ricos del G7, contra los que normalmente dirigían sus protestas.
Los incidentes de Londres se tornaron violentos, y acabaron con altercados, mas de 30 detenciones, y un muerto por causas naturales.
En previsión de que esto pueda pasar en Pittsburgh, la ciudad ha sido tomada por miles de agentes procedentes de diferentes puntos de Pensilvania, que prácticamente mantienen rodeado el Centro de Convenciones David Lawrence, el ecológico edificio que albergará las reuniones de la cumbre.
Los comercios y pequeños restaurantes que rodean el centro de convenciones, a orillas del río Allegheny, se han dotado de protecciones para sellar sus cristaleras y escaparates, en previsión de que las protestas adquieran tintes violentos.
Las autoridades de esta ciudad, en la que viven 300.000 personas pero cuya área metropolitana suma unos dos millones, calculan que las medidas de seguridad costarán unos 19 millones de dólares, de los que el Gobierno federal aportará 10 y el estatal cuatro millones.