Los amantes de la naturaleza albergan en su grupo a uno que otro fanático; individuos que protestan porque se tumba un árbol podrido que amenaza caer sobre casas, vehículos o personas; se dejan lamer en la boca por un perro, pero si les cae una mosca a la sopa les da vértigo del fastidio. Tuvimos una demostración con el episodio del hipopótamo de Nápoles. No tengo nada contra los hipopótamos; debe protegerse su supervivencia en los ríos caudalosos del África, hábitat donde una sabia evolución los puso, para que vivieran casi todo el tiempo entre el agua, lejos de la gente. Este gigantesco paquidermo de hasta cuatro metros de largo, cuya enorme capa de grasa bajo el cuero le permite flotar a pesar de su peso - puede ser de 1.500 kilos-, es salvaje, feroz; que se sepa no hay ejemplares domesticados, nadie ha logrado ponerlo a bailar como a los osos; cuando emprenden una carrera no se atajan con llamados cariñosos, ¡"ven hipo querido! ¡Ven mi tesoro!; mi tesoro sigue impertérrito como bala de cañón, a pesar de la cortedad de sus patas, absurdas para su tamaño. Su dieta preferida son las plantas acuáticas pero no tiene inconveniente en triturar lo que se le atraviese -vegetal, animal o persona- mientras descubre si le gusta o no.
He aquí que dos de estos tesoritos se fugaron de la Hacienda Nápoles y salieron a deambular. Una persona, así esté armada y tenga buena puntería, no se puede defender del paquidermo napolitano. No era opcional, era obligación del ministro Carlos Costa, hacer cuanto pudiera para que no se presentara una tragedia -la muerte de una sola persona es tragedia-; pero no es fácil encontrar zoológico con las instalaciones adecuadas para albergar a semejante animal y luego poderlo vigilar para que no se fugue o ataque a un visitante.
Si el Ministro hubiera tomado la determinación de reenviarlo a sus ríos africanos, ya podemos imaginar los ataques ante una medida que costaba millones de dólares, ¡con tantas necesidades urgentes y tantos niños pobres! Y ni hablemos de lo que le hubiera caído encima, en caso de presentarse una tragedia: ¡irresponsable! ¡Qué falta de previsión! Su decisión de prevenir una tragedia irreparable a costa de la vida del animal, produjo un rechazo inexplicable, ¡pobre hipopotamito! ¡Qué crimen contra un animalito indefenso! Es como se acostumbra en Colombia: 'palo porque bogas y palo porque no bogas'. Los países que dizque nos van a censurar por este hecho más que por el narcotráfico, seguramente no tienen hipopótamos recorriendo sus calles.
En los pocos instantes que le dieron por la tele al ministro Carlos Costa para explicar su decisión, alcanzó a informar sobre las gestiones que había hecho para desembarazarse del hipopótamo, las dificultades que encontró y las razones por las cuales no tuvo otra alternativa que matar la fiera antes de que hiciera un daño grave o matara a una persona.
Tuvo razón el Ministro, primero son las personas; mucho primero que los animales.
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Un sentido pésame a Medellín por la muerte de Marta Agudelo de Maya y Gloria Villegas de Molina, personas ejemplares por su vida y un trabajo de muchos años, útil para la sociedad. Marta Agudelo, impulsora de la creación de la Facultad de Música de la Universidad de Antioquia, deja con el trabajo de sus hijos y sus alumnos, una huella musical de larga vida.
Gloria Villegas, una mujer dulce y gentil, trabajando sin tregua, rodeándose de excelentes colaboradores, dejó en Santo Domingo Savio biblioteca, iglesia, centro de salud, un jardín escolar de Carla Cristina, colegio, comedores gratuitos para niños.
Y ambas trabajaron con sencillez, con una entrega que asombra y merece nuestra más grande admiración.
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