"Vecino, haga más bulla que su silencio no me deja dormir". Nunca se ha visto que el silencio traspase paredes y sea motivo de conflicto entre vecinos; o alguien que se queje porque la moto de enfrente no hace suficiente bulla a las 6 de la mañana o a las 11 de la noche. Ni que alguien comente lo horriblemente calmada que fue la rumba de los del primer piso o la falta que le hace oír el televisor del de arriba o inste a la vecina a taconear desde las 5 de la mañana. Tampoco se conoce que alguien deje de ir a una biblioteca por silenciosa o haga el reclamo al jardín botánico o a un bosque por su atronador silencio.
El silencio nunca ha sido motivo de conflicto. La expresión "contaminación por silencio" no tiene sentido.
Los lugares y los momentos tienen su propia vocación, y hay que respetarla. Así como es absurdo desear silencio en el estadio, en un concierto, en el recreo de los niños o en una discoteca, es igualmente absurdo desear ruido en las noches, en un templo, en una biblioteca o en una entidad educativa durante las clases.
Pero hay una extraña tendencia a aceptar que la sociedad está cada vez más bullosa, y dizque nada se puede hacer. "Es la tendencia, y debemos aceptarla". ¿La inteligencia humana acepta que los comportamientos perjudiciales, por ser tendencia, hay que asumirlos?
¿A qué horas perdimos el respeto por los lugares y los momentos? Hay momentos de la vida en que se necesita un ambiente tranquilo y silencioso para lograr ciertas actividades: el aprendizaje, el descanso, la concentración, la oración, el reposo convaleciente. Y para ello hay lugares especiales: la entidad educativa, la biblioteca, la vivienda, el templo, el hospital.
Mientras no tengamos esto claro, el desorden y el caos seguirán acompañando una cotidianidad cada vez más desordenada e irritable. Por eso nos parece que estas ciudades están cada vez más invivibles y estresantes. La bulla y el alto volumen del sonido irrita el sistema nervioso; y un sistema nervioso irritado permite que una persona se altere con facilidad.
Será por eso que aquí no se le puede hacer ningún reclamo a nadie ni siquiera como una sugerencia respetuosa, porque nunca se sabe cómo reaccionará.
Cada momento y cada lugar tienen su vocación de silencio o ruido. Tenemos que darle a la gente alternativas para lo uno o para lo otro; que no todos los espacios y momentos sean bullosos. Por salud urbana y humana, urgimos momentos y espacios de permanente silencio.
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