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POSTAL 1: EXPERIMENTO SOCIAL

  • POSTAL 1: EXPERIMENTO SOCIAL
01 de julio de 2014
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Berlín. Verano, 8 a.m., 9 grados centígrados, ventiscas frías. A la caseta de requisa del Reichstag, sede del Parlamento, llega una niña sin suéter, con una camiseta amarilla de nuestra Selección. El vigilante, que evita el contacto visual con los turistas, la mira a los ojos y exclama: "Aaah, Colombia…". Ella se lleva las manos al pecho, acaricia el escudo. El uniformado levanta las cejas: "Good team… but we will be the champions…", dice con acento marcado. No revisa su morral, la invita a pasar. Y recobra el gesto de rigor, la cara de policía alemán.

En el domo panorámico, deambulan otras cinco insignias amarillas "en mangas de camisa". El orgullo futbolero es superior a la inclemente temperatura matutina.

Londres. En el puesto de control de la Casa Portcullis, donde operan las oficinas de las cámaras de los Lores y los Comunes, los guardias fijan la mirada en dos jóvenes visitantes que lucen la camiseta amarilla: "¡Wao, Colombia…", y con la dignidad de quien se ha despedido de la Copa FIFA, felicitan a los hinchas colombianos. Lo mismo sucede en el metro, con los vagones a reventar: uno y otro pulgar arriba ante el uniforme de nuestra Selección.

Los que parecen cuadros emotivos de un comercial de gaseosa, son parte de esta especie de experimento social al cual nos ha convocado José Néstor Pékerman; un ejercicio de felicidad colectiva que se asemeja a esas puestas en escena que buscan observar cómo pensamos, sentimos y nos comportamos, nuestras reacciones en determinadas circunstancias.

En documentales y programas de televisión suelen presentar a un grupo de actores que crea las condiciones para generar respuestas en las personas y verificar o descartar ciertas hipótesis planteadas por profesionales de las ciencias sociales. El fenómeno de la percepción humana a veces se desvela con este tipo de pruebas a través de la manipulación de situaciones del diario vivir. En este caso, se trataría de la transformación de la imagen preconcebida…

¿El resultado del experimento? Mientras en casa nos matamos después de cada triunfo de nuestra Selección, en algunos lugares, más allá de nuestras fronteras, los logros del equipo de Pékerman parecen esfumar los prejuicios.

Los colombianos, acostumbrados a que jamás se presuma nuestra inocencia, seguimos pagando el haber parido a Pablo Escobar y compañía, dejamos de sentirnos agredidos cuando nos piden visas o desorganizan nuestro equipaje. La invasión de la privacidad es "parte del paseo".

No obstante, momentáneamente hemos cambiado de estatus: pertenecemos a la casta del arco invicto, del crack revelación del campeonato mundial ("Yeims", para los locutores europeos), de Cuadrado, el inmenso.

¿Qué esperar de este experimento de puertas para adentro? ¿Cómo cambia nuestra percepción sobre quiénes somos? ¿Será que los hinchas podemos conservar el derecho a soñar en grande, sin triunfalismos ni soberbia, sin caernos de la cama?

La emoción -tan amarilla- vivida durante este Mundial es como el amor eterno: más vale disfrutar... mientras dura.

Te quiero mi Selección.

Postal 1/3

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